Restaurante O Pumariño
Chavín (Lugo)
Después de una visita obligada al maravilloso eucaliptal de Chavín, fuímos a comer al Restaurante O Pumariño, situado a poco más de un kilómetro pasado Chavín. El local está en la falda de una colina, rodeado de eucaliptos, limoneros y manzanos. Es un remanso de paz y uno de los pocos restaurantes de la zona, por lo que la opción estaba clara. No aceptan reservas, no tienen carta, lo cual, de entrada, parecía garantizar unas pocas, pero cuidadas especialidades (chuletón de buey, churrasco de ternera o de cerdo, chipirones, calamares, gambas a la plancha...). Pedimos de entrantes los chipirones y las gambas. Los primeros, tiernos y fritos en un rebozado fino y extra-crujiente, sólo pueden calificarse con un 10 rotundo. Las gambas estaban también deliciosas. De segundo, tomamos un chuletón de buey y un churrasco de ternera. El chuletón estaba en su punto, jugoso y sabroso. El churrasco, sin embargo, a pesar de ser una de las especialidades recomendadas, resultó seco y duro. O los cuchillos cortaban mal, o el churrasco era como el hierro. Más lo segundo que lo primero, me temo... Todo esto lo regamos con un "vino turbio" de la casa elaborado en Sobreira (Orense), que resultó todo un descubrimiento. Fresco y de baja graduación (11 grados) resultó excelente como acompañamiento de los entrantes. De postre probamos las famosas castañas en almíbar (ver foto), que también nos sorprendieron por su textura (similar a las castañas asadas) y su almíbar con gusto a licor y a miel.
La experiencia podría haber sido bastante buena en cualquier caso de no ser por la descortesía de la única camarera que allí había, quien se obstinaba en "imponer" a varios de los comensales (incluídos nosotros) cuál debía de ser el grado de hechura de la carne, obviando que sobre gustos no hay nada escrito y que a cada quién su chuletón le gusta como le gusta: sangrante, al punto o bien hecho. La misma camarera, a la que habíamos pedido que nos sirviera todo sin sal (por cuestiones de hipertensión), al informarle de que los entrantes llevaban sal y al pedirle educadamente que por favor no se repitiese el error con los segundos platos, se encogió de hombros y nos contestó con un lacónico: "pues yo se lo he dicho al cocinero, pero... no sé... pues los segundos ya están en la parrilla" (como dando a entender que si le habían echado sal también a la carne, ya no había nada que hacer). Afortunadamente, no fue así, pero se echó de menos una disculpa.
Es curioso como un mal servicio puede empañar una comida bastante buena (ya que a excepción del churrasco, todo lo demás estaba bien cocinado). Pero así es, el mal servicio y un precio claramente excesivo, hacen que este restaurante sea tan sólo una de las dos opciones de Chavín (hay otro restaurante justo en frente de la fábrica de Hidrofersa), en lugar de ser un sitio para recomendar.
Lo del precio merece mención a parte. Quizás hace un par de años, cuando en este país éramos todos aún ricos (o vivíamos en el espejismo de serlo), los precios de O Pumariño habrían sido incluso moderados. Pero ya no. El chuletón a 36 euros pase. Pero el churrasco (duro, inmasticable) a 10 euros ya no es aceptable. Dos postres (un helado y un platito con 5 castañas contadas) por 6 euros, tampoco es normal en un sitio donde el servicio es limitado. Y un vino turbio de la casa, sin etiquetar, a 2 euros la copa, también se antoja excesivo. El hecho de que las patatas fritas, de acompañamiento, se cobraran a parte, al igual que el pan, no hizo sino encarecer unos platos ya de por sí caros para el lugar y el servicio ofrecido.
Volveremos a Chavín, pero no a O Pumariño.
Chavín (Lugo)
Después de una visita obligada al maravilloso eucaliptal de Chavín, fuímos a comer al Restaurante O Pumariño, situado a poco más de un kilómetro pasado Chavín. El local está en la falda de una colina, rodeado de eucaliptos, limoneros y manzanos. Es un remanso de paz y uno de los pocos restaurantes de la zona, por lo que la opción estaba clara. No aceptan reservas, no tienen carta, lo cual, de entrada, parecía garantizar unas pocas, pero cuidadas especialidades (chuletón de buey, churrasco de ternera o de cerdo, chipirones, calamares, gambas a la plancha...). Pedimos de entrantes los chipirones y las gambas. Los primeros, tiernos y fritos en un rebozado fino y extra-crujiente, sólo pueden calificarse con un 10 rotundo. Las gambas estaban también deliciosas. De segundo, tomamos un chuletón de buey y un churrasco de ternera. El chuletón estaba en su punto, jugoso y sabroso. El churrasco, sin embargo, a pesar de ser una de las especialidades recomendadas, resultó seco y duro. O los cuchillos cortaban mal, o el churrasco era como el hierro. Más lo segundo que lo primero, me temo... Todo esto lo regamos con un "vino turbio" de la casa elaborado en Sobreira (Orense), que resultó todo un descubrimiento. Fresco y de baja graduación (11 grados) resultó excelente como acompañamiento de los entrantes. De postre probamos las famosas castañas en almíbar (ver foto), que también nos sorprendieron por su textura (similar a las castañas asadas) y su almíbar con gusto a licor y a miel.
La experiencia podría haber sido bastante buena en cualquier caso de no ser por la descortesía de la única camarera que allí había, quien se obstinaba en "imponer" a varios de los comensales (incluídos nosotros) cuál debía de ser el grado de hechura de la carne, obviando que sobre gustos no hay nada escrito y que a cada quién su chuletón le gusta como le gusta: sangrante, al punto o bien hecho. La misma camarera, a la que habíamos pedido que nos sirviera todo sin sal (por cuestiones de hipertensión), al informarle de que los entrantes llevaban sal y al pedirle educadamente que por favor no se repitiese el error con los segundos platos, se encogió de hombros y nos contestó con un lacónico: "pues yo se lo he dicho al cocinero, pero... no sé... pues los segundos ya están en la parrilla" (como dando a entender que si le habían echado sal también a la carne, ya no había nada que hacer). Afortunadamente, no fue así, pero se echó de menos una disculpa.
Es curioso como un mal servicio puede empañar una comida bastante buena (ya que a excepción del churrasco, todo lo demás estaba bien cocinado). Pero así es, el mal servicio y un precio claramente excesivo, hacen que este restaurante sea tan sólo una de las dos opciones de Chavín (hay otro restaurante justo en frente de la fábrica de Hidrofersa), en lugar de ser un sitio para recomendar.
Lo del precio merece mención a parte. Quizás hace un par de años, cuando en este país éramos todos aún ricos (o vivíamos en el espejismo de serlo), los precios de O Pumariño habrían sido incluso moderados. Pero ya no. El chuletón a 36 euros pase. Pero el churrasco (duro, inmasticable) a 10 euros ya no es aceptable. Dos postres (un helado y un platito con 5 castañas contadas) por 6 euros, tampoco es normal en un sitio donde el servicio es limitado. Y un vino turbio de la casa, sin etiquetar, a 2 euros la copa, también se antoja excesivo. El hecho de que las patatas fritas, de acompañamiento, se cobraran a parte, al igual que el pan, no hizo sino encarecer unos platos ya de por sí caros para el lugar y el servicio ofrecido.
Volveremos a Chavín, pero no a O Pumariño.
3 comentarios:
Pues nada, le acabo de añadir la merecida etiqueta de veto que nos recuerda los sitios a los que, generalmente por culpa de una mala atención, no queremos volver.
Pero cuéntanos también las buenas experiencias de este viaje, que por Galicia seguro que han sido muchas y muy buenas.
Gracias por añadir la etiqueta apropiada. La verdad es que el sitio la merece. El vino que nos cobraron a 2 euros la copa, hoy lo hemos encontrado en el supermercado a 1,25 euros la botella... Sin comentarios.
Y llevas razón, Galicia es un paraíso, tanto gastronómico como paisajístico. No será la última vez que volvamos. Un abrazo muy fuerte, sobre todo de quien tú ya sabes!!!
Caro carísimo, cocina vulgar y servicio pésimo. La dueña una borde y una maleducada. Aficcionados con humos de restauradores. Solo apto para veraneantes incautos.
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