martes, 11 de julio de 2017

Liga Hanseática II: Lübeck y Travemünde

La siguiente parada de este viaje es la Ciudad Hanseática de Lübeck, una encantadora ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987. Para llegar tomé uno de los trenes regionales desde Hamburgo, que tarda en llegar menos de una hora, hay tan solo unos 60 Kms.
Y aquí también es donde se descubre la razón del viaje, la visita a los amigos que viven en el extranjero, una excusa perfecta para pasar unos fantásticos días por la zona.
Lo primero es dejar la maleta en casa, que no está muy lejos de la estación y, enseguida, nos vamos al centro histórico, que se localiza en una isla formada entre los ríos Trave y Wakenitz, sin duda un lugar privilegiado a menos de 20 Kms del Mar Báltico.

Mientras, mi particular guía me cuenta cosas de la ciudad y de su relación con la Hansa. Lübeck fue capital de la misma durante varios siglos, lo que la ha llevado a tener el sobrenombre de La Reina de la Hansa, llegando a ser el punto central de todo el comercio marítimo que unía las zonas del Mar del Norte y el Báltico. Fue la principal ciudad de esta Liga tanto por su situación geográfica, como por los lazos comerciales que tuvo con Hamburgo o Visby entre otras. Realmente interesante la historia de la Liga Hanseática. Los tiempos gloriosos de la Liga llegaron a su fin en la Segunda Guerra Mundial, donde Lübeck perdió algo más que sus privilegios comerciales. El primer bombardeo fue aquí, hubo centenares de víctimas (parte de la historia la forman los Mártires de Lübeck) y una destrucción masiva de la ciudad, entre los que se encontraban la catedral y muchos otros edificios destacables.


Antes de cruzar el puente que lleva al centro, se puede ver el famoso skyline de la ciudad, las siete torres de las cinco iglesias principales. Y justo entre los dos puentes el primer edificio emblemático de la ciudad, el Holstentor o Puerta de Holsten, que es el símbolo de Lübeck, actual museo. Y junto a éste, los Almacenes de sal o Salzspeicher, que mantienen una arquitectura de ladrillo de estilo gótico, y que es parte de la razón por la que la UNESCO obsequiara a esta ciudad, por su conservación del carácter preindustrial de su centro medieval de estilo gótico báltico. Si se necesita un pequeño mapa o más información sobre la ciudad, la oficina de turismo está frente al Holstentor.


Como era un poco tarde y ya tendríamos tiempo de hacer turismo más a fondo, decidimos ir a cenar a un pequeño local donde se sirve comida típica alemana, el Gaststätte Bei Ulla, donde pedimos una Currywurst y Schnitzel con patatas acompañado por, como no, cerveza, Bitburger fue la elegida.


Es un local pequeño y suele llenarse, así que primero fuimos a reservar mesa y seguimos con el paseo para hacer tiempo. Estaba realmente bueno y no tardamos mucho en zamparnos todo. Y después fuimos a tomar más cerveza, que es lo que hace todo el mundo aquí, y elegimos un irlandés que aún seguía decorado de verde porque unos días antes había sido St. Patrick. Kilkenny Irish Beer y una sidra para mí.

La ruta turística que aparece en el folleto que me dieron en la oficina de turismo es muy práctica porque se recorre toda la isla andando en dos horas tranquilamente.
La primera torre que podemos ver es la de la Iglesia de St. Petri, construida en el s. XIII de estilo románico, actualmente se usa para exposiciones y otros eventos, se puede subir para observar las fantásticas vistas de la ciudad. Continuamos hacia la Catedral dejando a la derecha la Iglesia de Sagrado Corazón de Jesús, donde tienen una exposición de los Mártires. Se nota que se llega a la Catedral cuando sus dos torres destacan por encima de los edificios. La Dom es de tres naves y es uno de los edificios más antiguos, data del s. XII y su cúpula es también una de las más grandes de Alemania.




La Catedral se encuentra junto a uno de los lagos, así que es momento perfecto para rodearlo por caminos mientras te cruzas con niños jugando o gente haciendo deporte. Cerca está el Museo de Naturaleza y Medio Ambiente y también el Pabellón de arte de Santa Ana, ubicado en el antiguo convento del que conserva el nombre, y donde podemos descubrir cómo vivía la gente a través de un paseo virtual a lo largo de siete siglos. Y sin darnos cuenta nos cruzamos con otra torre en el camino, la de St. Aegidien, que es la iglesia más pequeña de la isla.

 

Dejando un poco aparte los edificios religiosos, es imprescindible recorrer la zona comercial como Hüxstrasse que está llena de pequeñas tiendas y cafeterías y también entrar en alguno de los tranquilos patios que se esconden en alguna de estas calles como Glandorpsgang o Füchtingshof. Unos rincones realmente curiosos que datan del siglo XVII. En esta zona se encuentra el Museo de Günter Grass que alberga numerosas obras de este artista.



Y casi a la vuelta de la esquina, la iglesia de St. Katharinen, del siglo XIV conserva en una de sus fachadas esculturas de terracota. Y en la misma calle podemos pasar por la casa museo del político Willy Brandt, por el Teatro y el museo Behnhaus con la casa Dräger, lleno de colecciones de arte. Enfrente podemos ver otra alta torre, es la de la Iglesia de St. Jakobi, data del s. XIV y está formada por tres naves también del característico ladrillo rojo, es el templo de los navieros.


Casi en la misma plaza destaca otro importante edificio, el Hospital del Espíritu Santo, uno de los primeros de Europa, en la Edad Media se atendía a enfermos y a gente mayor, sin embargo, actualmente durante la Navidad se transforma en un mercado de arte manual. No hay que dejar pasar por alto entrar y ver la disposición de las antiguas habitaciones.


Al final de la calle llegamos al Burgtor y el Burgkloster, otra importante puerta de entrada a la ciudad, es aquí donde nos encontramos con el Museo de la Hansa donde podemos adentrarnos aún más en la historia a lo largo de ocho siglos. A este lado de la isla, en el puerto, podemos ir en barco hasta Travemünde y llegar a la orilla del Báltico.


Podemos ir por la orilla viendo numerosos barcos restaurados que forman el Museo del Puerto o Museumhafen, o también podemos recorrer esta otra zona de la isla por sus estrechos callejones donde encontrar más patios. Y en el centro de la isla, no podía dejar de lado la Rathaus en la plaza del mercado. Un bonito edificio en el que sigue reuniéndose hoy en día el Senado. Y detrás, nos quedan dos torres importantes que destacar, son las de la iglesia de St. Marien, la tercera iglesia más grande de Alemania con la bóveda de ladrillo más alta del mundo, casi 40 metros, sin duda modelo de otras muchas iglesias de este estilo en la región del Báltico. Si el exterior te deja perplejo por las dimensiones, el interior es increíble. Pude ver una exposición sobre la Segunda Guerra Mundial con fotografías y testimonios que te dejan los pelos de punta, indescriptible.






La suerte que tuve con el tiempo fue increíble, días soleados en los que poder hacer turismo a tope. Me resultó especialmente curioso como el domingo por la mañana, la gente tendía la ropa en los tendales que hay junto al río, hecho histórico que sigue siendo costumbre. Con la temperatura tan agradable, muchos vecinos decidían sacar las sillas a las calles para leer o simplemente relajarse al sol, cosa que no es muy frecuente por estas latitudes. Los bancos junto a los ríos llenos y las terrazas de las cafeterías todas ocupadas, fue un reto encontrar una libre para tomar algo antes de comer.
Ese día fuimos al Paulaner am Dom de Pauliner München, una cadena de restaurantes típicos alemanes. Aquí pedimos schweinshaxe y biergartenschnitzel, que viene siendo codillo y filete empanado, pero a gran escala. Lo que mi estómago ya no pudo probar son los típicos mazapanes que se elaboran en la ciudad, sobre todo en el Café Niederegger, situado detrás del Ayuntamiento.


Los días en Lübeck pasaron volando, pero aún así hubo tiempo de hacer alguna excursión. Una tarde nos trasladamos a Travemünde, una pequeña localidad que se encuentra justo en la desembocadura del río Trave, ya en el Báltico, y desde donde salen los barcos hacia Suecia, Finlandia y Estonia.


Una tranquila tarde por el paseo marítimo, por la gran playa vacía pero que en verano se llena buscando el buen tiempo. Lo típico de esta playa es alquilar una strandkorb, que es una especie de caseta de mimbre cubierta por una tela con franjas de colores, que lleva un asiento del que puedes sacar un reclinable para las piernas. Un gran invento para pasar el día en la playa viendo llegar los barcos o leyendo plácidamente un libro.

La verdad es que fueron unos días geniales. Es agradable poder pasar el tiempo con viejos amigos y mucho más cuando no se les ve tan a menudo. Lübeck es una ciudad preciosa, con un montón de historia y con una arquitectura única. La gente es muy agradable y enseguida hacen el esfuerzo de entablar conversación. El Báltico es un mar sosegado y Travemünde un pequeño pueblecito muy turístico que en épocas de invierno parece ser casi fantasma, pero que no deja de perder ese encanto.

Hasta aquí el relato, aún queda un poco más que ver y conocer de la Hansa, pero eso otro día.