domingo, 22 de noviembre de 2015

Conociendo Baviera en cuatro días

Baviera, situada al suroeste de Alemania, es el mayor de los estados federados que componen el país. Con una extensión de mas de 70.000 kilómetros cuadrados es mucho lo que ofrece al visitante, lo difícil es elegir. Su capital es Múnich, destino de muchos viajeros a finales de septiembre para celebrar la Oktoberfest, pero no en esta ocasión. Situada a orillas del río Isar, es, con más de 1,5 millones de habitantes, la tercera ciudad más grande de Alemania.

Llegamos al aeropuerto de Múnich bien pronto por la mañana. De allí, con el tren, fuimos a la estación central y al salir de los andenes vimos... ¡Un puesto con Weißwurst! La Weißwurst, la típica salchicha de Baviera, se toma acompañada de mostaza dulce y de un bretzel. Y lo más importante, nunca se debe servir después del mediodía.

Para comenzar nuestra estancia en la ciudad y aprovechar el billete de día de metro y tren, nos dirigimos al BMW Welt. La entrada era gratuita y parecía un enorme concesionario de coches donde la gente entraba a pasar la tarde. El BMW Museum, donde esta el grueso de la exposición de BMW, se encuentra en el edificio adyacente y ya es de pago. Desde allí nos dirigimos a pie a la zona Estadio Olímpico, donde no pudimos resistirnos a ver la ciudad desde lo alto de la Olympiaturm. El estadio olímpico, con su cubierta plateada y ondulada, la piscina cubierta... todas las instalaciones, a pesar de que se construyeron para los Juegos Olímpicos celebrados en 1972, tienen un aire muy moderno.



Aprovechando que hacía buena tarde, nos dirigimos al Englischer Garten. Este parque urbano es uno de los más grandes del mundo, con más de 400 hectáreas de extensión. Es un fantástico lugar para pasar la tarde paseando o haciendo deporte. Lo mas curioso es que incluso se puede practicar surf, aprovechando las olas del arroyo Eisbach, que atraviesa el parque.


En cuanto empieza el buen tiempo, comienza en Alemania la temporada de los Biergarten. Por eso nos habían recomendado acercarnos a la Chinesischer Turm, uno de los Biergarten mas conocidos de Múnich, que está situado en el corazón del Englischer Garten. Música en directo, mucha animación y un montón de comida para elegir en los diferentes puestos, así que lo único que pudimos hacer fue unirnos a la fiesta. Tomamos codillo, obatzda, cerveza y un par de trozos de tarta. No acerté al elegir el obazda. Este plato típico de la zona se prepara mezclando queso, pimentón y cebolla. El resultado tiene un sabor muy fuerte para tomarse sólo, aunque los lugareños se lo tomaban tan cual.



Nos dio tiempo antes de que anocheciera de acercarnos al Theresienwiese, el recinto donde se celebra la Oktoberfest. Pero, como era mayo, lo que encontramos fue este descampado de unas 42 hectáreas prácticamente vacío. Una estatua de Baviera, de 18 metros de alto vigila todo hasta la nueva fiesta. Lo curioso de la Oktoberfest es que comenzó en realidad como la celebración de un matrimonio, el de Teresa de Sajonia con Luis I de Baviera. ¡Y ya van por la 183 edición, que se celebrará en 2016!. Aquí está la cuenta atrás para la próxima fiesta, para que estén atentos los que se vayan a acercar.



Dedicamos nuestro segundo día a callejear por Múnich. Se puede acceder a su casco antiguo entrando por una de sus diferentes puertas, que formaron parte de las murallas que rodeaban la ciudad en la antigüedad: la Sendlingetor, la Isartor o la Karlstor.



El corazón del Alstadt es la Marienplatz. En esta plaza se encuentran el ayuntamiento viejo, con más de 500 años de antigüedad, y también el nuevo ayuntamiento, del siglo XIX y estilo neogótico. Su reloj es una de las grandes atracciones de Múnich. Sus figuras móviles escenifican diferentes momentos de la historia de la ciudad. Aquí os dejo un vídeo.


En la esquina de la plaza se encuentra la iglesia de San Pedro, la St Peterskirche, la más antigua de la ciudad. Su torre, con 92 m de alto, ofrece muy buenas vistas del centro de la ciudad. A la derecha de la imagen se ven las torres de la Frauenkirche, la catedral de Nuestra Señora de Múnich. Está iglesia de ladrillo rojo tiene una cosa muy curiosa en su interior, ¡una huella del diablo! Por cierto, calzaba un 43.


Muy cerca está la Odeonsplatz, donde vimos el Feldherrnhalle; el Palacio Real, el Teatro Nacional...¡Hay que llevar un buen calzado para que los pies no sufran de tanto andar!




No hay que olvidar darse una vuelta por el Virtualienmarkt y tomar algo en alguno de sus puestos. Este mercado data del año 1807. En el centro se puede ver un mástil blanco y azul con diferentes figuras. Los podemos encontrar también en la entrada de muchos pueblos de la zona. Servían para que las personas que visitaban un lugar y no sabían leer supieran que tipo de puestos o servicios podían encontrar allí.

En la carnicería vendían una de las especialidades gastronómicas de Múnich, el Leberkäse, una mezcla de carnes, cebolla, sal y orégano que se hornea tipo pastel y se toma en rodajas, acompañado por pan. Tomamos también una Rotewurst. Su sabor recordaba al del choricillo, sin ser tan fuerte.




Merece la pena acercarse al Schloss Nymphenburg, situado en el barrio de Neuhausen, uno de los más antiguos de la ciudad. Es un palacio construido en 1664 que se convirtió en residencia de verano de la familia real. Cuenta con un enorme jardín de estilo inglés. Nada que ver con el cercano Jardín botánico, mucho más bonito para mi gusto, donde te puedes perder por sus paseos e invernaderos en una tarde lluviosa. Y si la tormenta arrecia nada mejor que pasarse por la cafetería a tomar un buen trozo de Strudel.



Se puede aprovechar un día para salir de la ciudad y acercarse a una de las atracciones turísticas más conocidas de Alemania: el Schloss Neuschwanstein. Se puede alquilar un coche o ir en transporte público pero, para aprovechar mejor el tiempo, decidimos coger un viaje organizado de un día para seguirle las huellas al rey Luis II.

Luis II de Baviera fue coronado rey en 1864 con sólo 18 años de edad. Sus intereses no tenían nada que ver con el ejército o la política. Prefería la música, la poesía o la naturaleza. Rechazado por el pueblo y por su propio gobierno, se volcó en la construcción de sus castillos y en vivir en soledad. Su reinado terminó el 13 de junio de 1886, en extrañas circunstancias, cuando se le encontró ahogado en el lago Starnberg.

Nuestra primera parada fue en el Schloss Linderhof. Éste es uno de los tres palacios que construyó Luis II y el único que vio terminado. Fue en su origen un pequeño refugio de caza de su padre y lo transformó en un palacio de estilo versallesco con un interior muy rococó. Todos los castillos del rey Luis fueron muy criticados por todo el dinero que gastó en su construcción. Sin embargo, ahora son las atracciones turísticas que más dinero reportan al país.


De allí nos dirigimos al castillo de Neuschwanstein haciendo una parada técnica en Oberammergau. Situado a unos 90 kilómetros de Múnich, este pueblo es curioso por sus casas tradicionales con fachadas pintadas de estilo ilusionista. Es típico de aquí también el tallado de madera y, cada diez años, este pueblo se convierte en un gran teatro cuando todos sus vecinos escenifican la Pasión de Cristo. La próxima representación será en el año 2020. Poco pudimos ver del pueblo, sólo nos dieron media hora para pasear. Y es que esa es la pega de estas visitas organizadas.


¡Y llegamos al castillo! Colas para comprar las entradas, que no tuvimos que hacer (eso si que fue una gran ventaja), hora concreta de entrada y suficiente tiempo como para comer, dar una vuelta alrededor del castillo para verlo desde todos sus lados y entrar después a la visita guiada. Lo mas típico es ir al Mariensbrücke, un puente sobre el desfiladero de Pöllat desde donde se disfruta de una magnífica vista del castillo. ¡Pero cómo somos los humanos! La gente se agolpaba en la entrada del puente y en los primeros metros cuando el resto estaba medio vacío y podías disfrutar del paisaje y hacer la mismísima foto sin que te sacaran el ojo con algún palo de selfie o codo. Una locura. El interior del castillo, inacabado, te deja unas pistas de porque lo llamaban el rey loco. Sólo se enseña una pequeña parte y está prohibido hacer fotos en el interior. Aquí vivió el rey Luis II sus últimos días. Enfrente se encuentra el castillo de Hohenschwangau, lugar de veraneo del rey Maximiliano II de Baviera, el padre de Luis II. 



No dejamos pasar la ocasión de acercarnos un día a Salzburgo, Austria. Con el Bayern Ticket, este viaje de dos horas sale muy bien de precio. Salzburgo, situada junto al río Salsach, tiene sus orígenes en el año 15 a.C. en la ciudad romana de Iuvavum, q se alzaba en el mismo emplazamiento. Su nombre actual procede de las barcas que transportaban sal en el siglo VIII. Su casco histórico fue declarado patrimonio cultural de la humanidad en el año 1996. Este año se conmemoran además los 50 años del estreno de "Sonrisas y lágrimas" y muchos de los lugares que visitamos se ven en las escenas de la película. Es una ciudad llena de historia que bien merece un día para perderse en ella.

Comenzamos nuestra visita por los jardines del Schloss Mirabell, construido en 1606. ¿Alguien se anima a cantar Do Re Mi alrededor de esta fuente? :-D



En nuestro recorrido hacia el centro de la ciudad pasamos por la casa donde vivió Mozart y por la iglesia de San Sebastián, en cuyo cementerio está enterrado Paracelso. Tras cruzar el puente sobre el río, entramos en la Mozartplatz y de allí a la Residenzplatz, donde se encuentra la catedral y el Residenz, un palacio barroco. Visitamos Festung Hohensalzburg, donde se llega con un funicular, si te quieres ahorrar un paseo que se hace muy cuesta arriba. Esta fortaleza se empezó a construir en el año 1077 y durante muchos años se fueron añadiendo diferentes partes. Tiene muchos rincones por descubrir.   




Al bajar de nuevo a la Residenzplatz vimos que ya había empezado un festival de canciones populares, así que nos acercamos a comer y a escuchar música tradicional con un poco de jodeln. Aquí dejo una muestra.



Callejeamos por otros lugares de la ciudad, descubriendo pequeñas tiendas, la casa donde nació Mozart  o la Escuela de equitación.



Nos dio tiempo a acercarnos a la Agustiner Braustubl, otra de las recomendaciones que nos habían hecho. No está cerca del centro de la ciudad pero mereció la pena. Entrando por la Augustinergasse, es como si te estuvieras colando en una iglesia. La entrada principal está en la otra calle. Pero cuando atraviesas puertas y escaleras y la galería donde están los puestos de comida, sales a un Biergarten con mucha animación y donde vimos una fuente de cerveza, ¡de botón claro! Y muy cerquita pudimos darnos un paseo por Mönchsberg, una de las cinco colinas de Salzburgo, donde disfrutamos de estas increíbles vistas de la ciudad. 


Ya de vuelta a la estación nos cruzamos con un festival de vinos de la zona, pero íbamos escasos de tiempo y nos tuvimos que contentar con unos bombones Mozart para el camino de vuelta.

Ésta era nuestra última noche en Múnich y no nos podíamos ir sin cenar en uno de sus cervecerías más famosas: la Hofbräuhaus, con mas de 400 años de historia y muchísima animación. Hablamos de esta cervecería en otra entrada hace un tiempo. Allí, en una de las mesas del patio, tomamos codillo con salsa y su bola de patata, un plato de pasta alemana y la típica ensalada de patata acompañado todo por un par de cervezas.




 ¡Y al salir encontramos en pleno centro está tienda de delicatessen españolas!


Sin duda, me traigo muy buenos recuerdos de este viaje. En un rinconcito de mi mente, Múnich siempre sonará así. Auf Wiedersehen!