domingo, 18 de septiembre de 2016

La Cité du Vin

La Cité du Vin se abrió al público el pasado mes de junio en Burdeos. Se encuentra en la zona portuaria de la ciudad, barrio que vimos en proceso de recuperación y en el que viejos edificios abandonados conviven con otros nuevos. De entre los últimos destaca este museo del vino por su moderna y llamativa arquitectura.


Comprar entradas para visitar la exposición es muy sencillo. Puede hacerse en la misma entrada del edificio, pero es posible ahorrarse hacer cola reservando por internet desde su web (es necesario registrarse). Las entradas se adquieren para una fecha en concreto. Como curiosidad: la primera vez que entré a ver cómo funcionaba, también había que elegir hora de entrada. Parece que la afluencia de visitantes no ha sido tan grande como para que esto siga siendo necesario.

La exposición permanente se encuentra en la segunda planta del edificio y se puede acceder a ella directamente con nuestra entrada impresa en casa. El uso de la audioguía está incluído y se puede escuchar en francés, inglés, español o alemán. Todos los textos que encontramos en el edificio están en francés, inglés y español. Gran detalle para quienes venimos de fuera.

Lo primero que nos recibe al comenzar la visita son unas grandes pantallas con un vídeo de espectaculares paisajes de zonas vinícolas de todo el mundo. Por ejemplo, de España se pueden ver los viñedos de Lanzarote. Todo en la exposición se refiere al vino en general, en todo el mundo y no sólo al vino o a la región de Burdeos.


De aquí en adelante podemos recorrer esta gran exposición en el orden y manera que queramos. En cada zona vamos a encontrar mucha información sobre todos los aspectos imaginables referidos al vino. Tanta información, de hecho, que tendremos que ir eligiendo qué nos interesa más, porque tratar de verlo todo podría llevar varios días completos.

Los paneles interactivos son de distintos tipos, todos ellos coordinados con la audioguía. Si la acercamos a una marca que tiene cada presentación, escucharemos la exposición en nuestro idioma. En algunas zonas la audioguía se activará sola y nos permitirá ver las proyecciones con el doblaje correspondiente sincronizado. El funcionamiento de la tecnología es perfecto.

Unos grandes y bonitos globos del mundo nos introducen a datos del vino por zonas geográficas. Primero debemos girar el globo y después en la pantalla táctil situada delante tocaremos el lugar que nos interese. Allí recibiremos la información solicitada mientras escuchamos la narración por los auriculares.


Unas pantallas dobles nos sirven para realizar un recorrido virtual por zonas vinícolas recreadas en distintos momentos históricos. Moviendo una figura sobre la pantalla horizontal podemos cambiar la vista que tenemos en la vertical.


Otras pantallas se presentan ante nosotros en la forma de botellas de vino. Son de forma circular y cuando tocamos sobre ellas para conocer los distintos tipos de vinos aparecen ondas como si tocásemos un líquido.


Más adelante encontramos unas mesas sobre la que se proyectan comida y bebida virtuales mientras observamos una entrevista como si fuéramos un comensal que estuviera presente en el momento en que se desarrolla.


Una zona menos tecnológica, pero muy interesante, es la dedicada a aromas del vino. En cada campana de cristal se encuentran los productos que asociamos con cada aroma y, mediante presión con una perita de goma, podemos hacer que una bocanada de ese aroma alcance nuestra nariz.


La única carencia que podemos encontrar en esta cité du vin es en su apartado de museo tradicional. Encontramos un pequeño número de piezas históricas asociadas al mundo del vino, como un ánfora o un cáliz, pero no son más que reproducciones de originales que se encuentran en otros lugares.


Un piso por debajo, en la primera planta, hay varias salas dedicadas a exposiciones temporales, catas, conferencias o lectura.


Finalmente, en la planta baja, además de la entrada y las taquillas se encuentra el bar y tienda de vinos Latitude 20. Con cientos de referencias y vinos de muchos países (algunos de los cuales no habría imaginado que hacían vino, Tahití, por ejemplo) reconozco que fue lo que más me gustó de la visita.


Un sitio recomendable para todos los aficionados al vino. Quien lo visite pasará unas horas muy entretenidas y además seguro que aprende algo.