El Museo Guggenheim Bilbao va cambiando sus exposiciones periódicamente, y, siempre que podemos, intentamos visitar las más interesantes. Estuvimos en la exposición sobre los aztecas (sin duda, la mejor exposición museística que he visto en mi vida) y esta vez nos animamos a visitar “Art in the USA: 300 años de innovación”, un recorrido por los trescientos años de historia artística de Estados Unidos y “Cosas del Surrealismo”, que explora la influencia del Surrealismo en el mundo del diseño. Ambas son altamente recomendables; no dejen de acudir si tienen la oportunidad.
Pero, por supuesto, había que comer. Y fuimos a Baita Gaminiz, el hermano “pequeño” de Gaminiz, el restaurante de Aitor Elizegui. La experiencia fue altamente satisfactoria. Un local pequeño, pulcro, con espléndidas vistas de la ría y del barrio de Ciudad Jardín. Según nos cuentan, tiene también una terraza muy concurrida en verano, pero ayer –como es lógico– estaba cerrada. Aunque estaba casi lleno, el ambiente era muy agradable y relajado. Al fondo, dos familias comían con sus hijos pequeños, uno de ellos en su cochecito, lo que contribuyó a que el ambiente tuviera esa cierta alegría que siempre dan los niños. El servicio, atento y eficaz.
La carta era enormemente atractiva y la elección difícil, así que hicimos lo más aconsejable: pedir el menú degustación. Y creo que fue un acierto. El aperitivo: crema de calabaza; los entrantes: ensalada de bonito, hojaldre de olivas, piparras y pimiento asado; arroz caldoso de setas, txipis e idiazábal; los bacalaos: láminas de bacalao con pil-pil de porrusalda y ajoarriero de centollo; las carnes: magret de pato y cremoso de foie con hongo; los postres: bebida de frutas del bosque; vainilla natural helada y torrijas de crema. Todo estaba muy bueno, aunque hemos de destacar el arroz caldoso (una delicia) y el magret de pato, con la carne al punto y una salsa que acompaña a la carne sin imponerse sobre ella: una autentica excelencia culinaria. Por ponerle un pero, no me gustó el pan. A pesar de tener una cesta bien surtida, su calidad era manifiestamente mejorable.
Uno de los grandes atractivos del Baita es su amplia carta de vinos (también tienen tienda). Así que aprovechamos para salir de Rioja y, siguiendo el consejo de la sumiller, nos atrevimos con un tinto del Bierzo [Tilenus Crianza, año 2001, de bodegas Estefanía. Tinto de variedad mencía. Color granate, aromas a madera y sabor muy astringente, amargo y algo ácido.] Acompañó muy bien a la comida, aunque alcanzó su mayor expresión al encontrarse con el magret de pato. Una pareja realmente bien avenida.
Tuvimos que irnos, pero nos queda la firme convicción de volver en cuanto podamos.
2 comentarios:
si no te conociera y supiese lo buen amigo que eres, pensaría que esa referencia al niño en el cochecito y los padres con los niños...iba con segundas...
como diría la cantante esa: "malo, malo, malo eres!!!"
;-)
¿qué dices? ¿yo, con segundas? Por favor, ¡ni se me había ocurrido! ;-)
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