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Sin embargo en su momento no me di cuenta de que en la tienda, siendo un vino joven, no me vendieron el vino del año, es decir de 2008, sino que me llevé una botella de 2007.
Los vinos jóvenes cuando mejor están es durante el año que sigue a su elaboración, y cuanto antes se beban, mejor. Puede ser que aguanten más tiempo, pero lamentablemente este no es el caso.
Al abrir la botella descubrimos cristalización en el corcho.
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En aspecto nos llama la atención su color evolucionado, fresa pero con ribete naranja. Los aromas, como he dicho inicialmente a corcho, dan paso poco a poco a algo que recuerda a frutas rojas, pero de baja intensidad. Y en boca se confirman nuestras peores previsiones: un vino absolutamente plano, sin sabor y que no muestra nada salvo un poco de acidez.
Sin duda un vino para el que pasó su mejor momento hace ya tiempo. Y una pena que sea el que te venden en la tienda, después de darte a probar el bueno en la comida.
Moraleja: los vinos jóvenes, se deben beber sólo en su año.
Y segunda decepción para mi en esta bodega. Menos mal que con el blanco de tempranillo, del que hablaré otro día, la cosa fue mejor.
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