Italia es uno de los países productores de vino de más tradición y uno de los mayores. Pero la razón por la que más me gustan sus vinos es porque han sabido preservar sus variedades de uva, lo que les da unas características únicas y los aleja de la uniformidad imperante sobre todo en los nuevos productores. Hoy voy a comentar un par de vinos italianos que hemos probado recientemente.
Vino blanco, versión dulce del tradicional Frascati, denominación cercana a Roma. Elaborado por Fontana Candida a partir de las variedades Malvasia bianca di Candia 45%, Trebbiano toscano 30% y Malvasia del Lazio 25%. En cuanto a grado indica 11+3%, que yo interpreto como un 11% de alcohol y un 3% que ha quedado como azúcar sin fermentar. Es un vino de color amarillo pajizo y aromas a frutas maduras con un recuerdo de pastelería. En boca resulta semi dulce y con un toque de acidez que lo hace muy agradable. Lo recomiendan para acompañar pastas, en concreto de nueces y almendras. No llega a ser adecuado para algo más dulce como un pastel, pues supera al dulzor del vino. En cambio sí que resulta muy bien con aves, paté o carnes especiadas.
Directamente así, con el nombre de la denominación de origen situada en la Toscana, etiquetan este tinto embotellado para Lidl. Elaborado a partir de las variedades Prugnolo Gentile (denominación local para la Sangiovese, una de las uvas que produce vinos más finos en Italia), Canaiolo y Mammolo y criado 18 meses en barricas de roble. Presenta un grado alcohólico del 13,5%. A la vista es de un bonito tono rubí de intensidad media. Sus aromas recuerdan frutas rojas y la madera, con notas tostadas y especiadas y una intensidad media alta. Y en boca es un vino fino y muy equilibrado que, sin embargo, deja notar su grado alcohólico un poco en exceso. Pensamos que con grado y medio menos sería un gran vino.
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