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De vuelta en casa nos preparamos para disfrutar de la cena, que resultó deliciosa y que, para no desmerecer a las del resto de la semana, decidimos acompañar con un buen vino. El elegido para la despedida fue un Marqués de Murrieta de 2000, pero en esta ocasión un gran reserva que también encontramos en la completa sección de vinos de una
gran superficie.
Y no nos defraudó. En su aroma todo hablaba de la crianza en barrica de roble, pues predominaba un agradable tostado. Y en sabor nos pareció perfecto. Un vino redondo, sin aristas y al estilo de los riojas tradicionales. Todo un placer para el paladar.
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Y no nos defraudó. En su aroma todo hablaba de la crianza en barrica de roble, pues predominaba un agradable tostado. Y en sabor nos pareció perfecto. Un vino redondo, sin aristas y al estilo de los riojas tradicionales. Todo un placer para el paladar.
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