miércoles, 22 de agosto de 2007

POSTALES DE RIOJA

En La Rioja el paisaje ha sido moldeado por la naturaleza y por los siglos hasta conformar una tierra con nombre de vino. La vid es la reina de los campos y la bodega el palacio donde la uva se transforma, por arte del hombre y arrullada por el tiempo, en el exquisito manjar del vino.

El pasado sábado nos subimos al vinobús de la Oficina de Turismo de La Rioja para que nos llevase a visitar dos bodegas de Ollauri, localidad cercana a Haro, en plena Rioja Alta. La carretera está bordeada por viñas, cargadas ya con las uvas de la próxima cosecha. Junto a ellas amarillean los campos de cereal ya segados. Antaño los campos eran vigilados permanentemente y de esa necesidad surgió una construcción típica: el guardaviñas o chozo, edificación de forma circular compuesta por hileras de piedras que se van acercando hasta rematar una falsa cúpula. Servían, como digo, para refugio del agricultor por las noches o frente a las inclemencias del tiempo Hoy están en desuso, pero se conservan varios como el que tuvimos ocasión de visitar.Ya en Ollauri visitamos “Regalía de Ollauri”, una moderna bodega recién inaugurada y ejemplo de la arquitectura e ingeniería moderna aplicadas a la elaboración de vino. Aunque tiene cinco niveles o pisos, solo sobresalen dos pequeñas y atractivas construcciones de hormigón; todo lo demás está enterrado en la colina. La guía, enóloga de la bodega, nos explicó paso a paso la elaboración del vino, desde la recogida de la uva en las tolvas hasta el embotellado. Por supuesto, lo que más nos llamó la atención fue la extraordinaria sala de barricas y los depósitos de fermentación, donde destacaba un novedoso sistema de palas para el movimiento del mosto y la pulpa y la utilización de agua y dióxido de carbono para controlar la velocidad de fermentación (que se detiene con el frío). La visita concluyó con la cata de un crianza “Marqués de Terán” de 2002.
La segunda bodega, perteneciente al grupo Paternina (flash), era la antítesis de la primera: unos calados de varios siglos de antigüedad, excavados en la montaña y sostenidos por bóvedas de medio cañón con arcos de ladrillo y piedra donde se depositan miles de botellas que envejecen lentamente mientras el vino de su interior madura hasta convertirse en los reservas y grandes reservas de Rioja comercializados bajo la marca de “Conde de los Andes”. Como en la anterior, la visita concluyó con la cata de uno de los vinos de la bodega, un excelente blanco dulce “Graciela”.
En suma, un día muy interesante para todos y una excelente ocasión para conocer la tierra, las gentes y el vino de La Rioja.

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