domingo, 5 de febrero de 2012

Heidelberg y Wiesbaden (De viaje por Alemania II)

Para nuestra segunda jornada por Alemania teníamos programado un viaje en tren a Heidelberg. Es muy recomendable adquirir los viajes en los trenes más rápidos con antelación porque hay muy buenas ofertas y el precio sube mucho cuando se acerca el día de partida.

Heidelberg es una de las ciudades más visitadas de Alemania, está situada en el valle del río Neckar y es famosa por su centro histórico y por tener la Universidad más antigua de Alemania.  

El paseo desde la estación del tren hasta el centro nos permitió ver tanto la parte nueva como la parte antigua de la ciudad. Visitamos entre otros lugares el Alte Brücke, la Marktplatz con una impresionante iglesia de estilo gótico tardío, la fuente de Hércules y su castillo. 




Se puede acceder de varias formas al castillo, en transporte público, a pie y, la mejor de todas, en funicular. Pero el funicular tiene más paradas en su recorrido y la última es la cima de la colina de Königstuhl, un lugar desde el que se tienen muy buenas vistas de la ciudad. Según la guía, en días sin nubes se puede ver hasta distancias alejadas 50 km. No nos hubiera importado caminar un par de horas por cualquiera de las rutas de senderismo que partían de allí.




El castillo es una fortaleza de estilo gótico renacentista que se empezó a construir en el siglo XIII. En él se encuentra en Museo Alemán de la Farmacia, que tambien visitamos, y allí probamos nuestro primer brezel del viaje. Se puede dar también un paseo por los jardines del castillo, no hace falta entrada, y la verdad es que merece la pena. Y ya de vuelta a la estación de tren recorrimos la calle peatonal más larga de Europa, con 1600 metros de longitud, llena de tiendas.




Para terminar el día nos fuimos a conocer Wiesbaden, una ciudad cercana a Mainz. Wiesbaden es la capital de Hesse y es famosa por sus aguas termales. Parece ser que Dostoievski acumuló grandes deudas en sus mesas de juego. No pudimos ver mucho, era tarde y teníamos  que buscar un sitio para cenar, pero nos gustó el paseo por el centro.




Y el lugar elegido fue el restaurante Aurum Mediterrane, que recomendaba la guía y que encontramos de casualidad. Fue una cena en una mesa en la calle, tapadas con mantita y al lado de una estufa. La verdad es que nos encantó el sitio. Pedimos spaghetti a la boloñesa, tagliatelle con salmón y ensalada mediterránea. Nos saltamos el propósito de intentar probar la gastronomía alemana todos los días. La comida en su punto, en cantidad, se puede ver en las fotos, y regada con cerveza y agua sin gas. Solo una pega, si ya había rúcula rodeando el plato de pasta con salmón en el fondo había mucha más, excesivo.



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