El grupo que llamamos logia se reúne habitualmente los viernes para compartir unos cuantos pinchos por la calle Laurel, excusa, pretexto o quiza única razón para la reunión. Obviamente, con el paso del tiempo hemos llegado a conocer buena parte de lo que allí se ofrece (no todo, es imposible). Así que decidimos ampliar horizontes y conocer algo más del ancho mundo. Comenzamos en la calle San Juan, con timidez, casi avergonzados por salirnos del recorrido habitual, y allí encontramos nuestra inspiración en forma de vino blanco: un estupendo verdejo de Rueda que lleno nuestro corazón de poesía y nuestro ánimo de valor. Los comentarios de Nacho, experto en la materia, terminaron de convencernos: hay vida más allá de los pinchos habituales, más allá del chuletón y los pimientos. Cocinar es también una forma de arte y para apreciarla es necesario que a la vista y al oído se añadan el gusto y el olfato. Un simple trozo de queso puede combinarse para dar lugar a una explosión de sabores nuevos, que llenan el paladar y abren la vista.
Así comenzó el viaje: queríamos conocer la cocina de autor.
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