Mil palabras al viento, o una sola imagen. Qué más da. Al final es todo subjetivo: me gusta, no te gusta; te convence o no me convence. Recuperadas las notas de la excursión al Portal, aquí va el relato prometido... (uff, hace un mes).
Amaneció el sábado diecisiete de septiembre con el cielo gris, cubierto de nubes que presagiaban lluvia y un día más otoñal que del moribundo verano. Sobre mediodía emprendimos el camino. Llovió durante el trayecto en carretera hasta Ezcaray, pero no en el pueblo. Eso sí, hacía frío. Fue esa una primera impresión que no nos abandonó en toda la jornada. El Portal nos resultó frío: con una presentación discreta, una decoración pasada de moda y un servicio correcto pero distante. El menú degustación acababa de cambiar su temporada y estrenamos la carta de otoño. Aún así, la mayoría de los platos eran fríos. Después de comer estuvimos en una cafetería donde había una gran chimenea apagada; no nos hubiera importado que la encendieran. Afortunadamente, una comida entre amigos tiene su propio calor endógeno, capaz de mitigar cualquier templanza exterior.
El menú degustación fue el siguiente:
Aperitivos: una croqueta, ¿patatas a la riojana? y gazpacho translúcido, con remolacha, granizado y espuma de sandía.
Los platos principales consistieron raciones de:
Helado de jamón ibérico, semillas de tomate, costrones de pan y aceite Dauro.
Tartar de tomate con cigala y ajo blanco.
Rissoto de verduritas con tallarines de sepia, aceite de parmesano y trufa de verano.
Taco de ventresca de atún con melón a la parrilla, flores y jugo con aroma de pino.
Cochinillo asado en su jugo a baja temperatura, con gelatina de lechuga, frutas y hortalizas del campo.
Y los postres:
Sopa de piña con espumas superpuestas de caramelo y coco.
Postre de quesos con sopa de idiazabal y membrillo.
El vino fue un crianza de 2001, de Briñas. Lo siento, pero no recuerdo el nombre comercial ni la bodega.
Ganadores: el rissoto y el tartar entre los platos principales, aunque hay quien opina que el rissoto lo debía todo a la trufa y que sin ella no tenía nada de especial. El postre de quesos fue también estupendo y muy bien presentado. No nos gustó nada la ventresca de atún y el cochinillo decepcionó en general, aunque más bien por no cumplir las expectativas. Como curiosidad, señalemos que el helado de jamón era un perfecta zapatilla “deconstruida” :-)
ACTUALIZACIÓN: dos enlaces donde explican qué es eso de la deconstrucción en cocina: aquí y acá.
Amaneció el sábado diecisiete de septiembre con el cielo gris, cubierto de nubes que presagiaban lluvia y un día más otoñal que del moribundo verano. Sobre mediodía emprendimos el camino. Llovió durante el trayecto en carretera hasta Ezcaray, pero no en el pueblo. Eso sí, hacía frío. Fue esa una primera impresión que no nos abandonó en toda la jornada. El Portal nos resultó frío: con una presentación discreta, una decoración pasada de moda y un servicio correcto pero distante. El menú degustación acababa de cambiar su temporada y estrenamos la carta de otoño. Aún así, la mayoría de los platos eran fríos. Después de comer estuvimos en una cafetería donde había una gran chimenea apagada; no nos hubiera importado que la encendieran. Afortunadamente, una comida entre amigos tiene su propio calor endógeno, capaz de mitigar cualquier templanza exterior.
El menú degustación fue el siguiente:
Aperitivos: una croqueta, ¿patatas a la riojana? y gazpacho translúcido, con remolacha, granizado y espuma de sandía.
Los platos principales consistieron raciones de:
Helado de jamón ibérico, semillas de tomate, costrones de pan y aceite Dauro.
Tartar de tomate con cigala y ajo blanco.
Rissoto de verduritas con tallarines de sepia, aceite de parmesano y trufa de verano.
Taco de ventresca de atún con melón a la parrilla, flores y jugo con aroma de pino.
Cochinillo asado en su jugo a baja temperatura, con gelatina de lechuga, frutas y hortalizas del campo.
Y los postres:
Sopa de piña con espumas superpuestas de caramelo y coco.
Postre de quesos con sopa de idiazabal y membrillo.
El vino fue un crianza de 2001, de Briñas. Lo siento, pero no recuerdo el nombre comercial ni la bodega.
Ganadores: el rissoto y el tartar entre los platos principales, aunque hay quien opina que el rissoto lo debía todo a la trufa y que sin ella no tenía nada de especial. El postre de quesos fue también estupendo y muy bien presentado. No nos gustó nada la ventresca de atún y el cochinillo decepcionó en general, aunque más bien por no cumplir las expectativas. Como curiosidad, señalemos que el helado de jamón era un perfecta zapatilla “deconstruida” :-)
ACTUALIZACIÓN: dos enlaces donde explican qué es eso de la deconstrucción en cocina: aquí y acá.
1 comentario:
Retrospectivamente creo que me quedo con el helado de jamón. El sabor era perfecto y recordaba por completo a la clásica "zapatilla". Pero la temperatura y textura inusuales lo convertían en algo muy especial.
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