miércoles, 25 de octubre de 2017

Liga Hanseática III: Rostock y Schwerin

Mi recorrido por la Hansa acaba en estas dos ciudades del estado de Macklemburgo-Pomerania Occidental. Desde Lübeck salimos en coche por las famosas carreteras sin límite de velocidad, atravesamos la simbólica frontera entre las dos antiguas Alemanias y llegamos a la primera parada. 

Al margen izquierdo del río Warnow se localiza la ciudad hanseática de Rostock, allá por el s. XIII ya pertenecía a la Hansa lo que derivó en su riqueza comercial gracias a su localización, en la desembocadura del río a pocos kilómetros del Báltico. Durante siglos mantuvo un alto nivel adquisitivo, llegando incluso a fundarse una de las Universidades más antiguas del norte de Europa, en el s. XV. Pero idas y venidas con sus vecinos hicieron que Rostock se viese afectada económicamente, sobre todo con los ataques, las guerras y los incendios. No obstante, a finales del s. XIX llegó a estar totalmente recuperada, hasta el punto de tener una de las flotas mercantes más importantes del Báltico. Hecho que fue aprovechado en las sucesivas Guerras Mundiales y que fue cara y cruz para la ciudad, ya que a mediados del s. XX la ciudad quedó destrozada tras los bombardeos del Ejército Rojo. Seguidamente, la ciudad pasó a formar parte de la República Democrática Alemana (RDA).
Hasta la reunificación, la ciudad se dedicó a reconstruirse, intentando recuperar la arquitectura de épocas anteriores a la gran guerra.

Todo ello puede verse reflejado en las calles del centro histórico. Lo primero que hicimos fue pasar por la oficina de turismo, y con el mapa en la mano nos aventuramos a recorrer la ciudad. Estamos justo en el centro, en la plaza de la Universidad y con las calles comerciales enfrente. Es temprano y aún no se ve mucha gente, además, el tiempo no acompaña.


La Iglesia más grande de Rostock es la de St. Marien, originaria del s. XIII hoy en día tiene uno de los relojes astronómicos más antiguos de Europa. Junto a ella podemos ver un plano en tres dimensiones realizado en bronce donde hacerse a la idea de cómo era la ciudad siglos atrás y lo que vemos hoy en día. Muy cerca llegamos a la nueva plaza del Mercado, donde echamos un vistazo a los productos que venden en los puestos. Es aquí donde está el Ayuntamiento.


Seguimos hasta la iglesia de St. Petri, las casas de alrededor no son especialmente bonitas pero desde lo alto de la torre hay una gran visión de toda la ciudad. Subimos hasta los 117 metros de altura, justo entre el entramado de maderas del tejado. Hay ventanas en los cuatro puntos cardinales, cosa que se agradece. Al norte el río, al este la circunvalación, al sur la Iglesia de St. Nikolai y al oeste el centro de la ciudad donde destaca St. Marien.


Rostock aún conserva parte de la muralla y hay paseos que van rodeando la ciudad a lo largo de la misma, fuimos por uno de ellos hasta llegar a otra iglesia que hay, la de St. Nikolai, en este caso, única ya que no había visto nada igual. Y el hecho de ello es que en el tejado de la misma hay tres plantas donde vive gente, sí, viven allí.


Nos dirigimos hacia una de las antiguas puertas de la muralla, no sin antes pasar junto a unas antiguas casas industriales, en este caso destilerías. Primero vemos la Kuhtor o Puerta de la Vaca, la más antigua y, a continuación, Steintor o Puerta de piedra, que conserva la inscripción, sello y escudo de armas, actualmente alberga la sede del Tribunal Regional Superior.


Atravesamos la puerta y seguimos por el exterior de la muralla, continuándola hasta llegar a la Puerta Kröpeliner, con 54 metros de altura, en su interior se puede ver una exposición sobre las fortificaciones de la ciudad.
Por último, nos acercamos a la Abadía de la Santa Cruz, que fue un antiguo convento cisterciense fundado por la reina Margarita I de Dinamarca, pero hoy es el Museo de historia cultural. Está rodeado de jardines y parques infantiles, además, se realizan numeros talleres en este cuidado entorno.

Tras visitar la gran parte del centro, fuimos haciendo hambre, por lo que decidimos volver a la calle principal. Elegimos el Peter Pane para comer, una hamburguesería que estaba totalmente llena. Yo pensaba que íbamos tarde, pero parece que en Alemania también la hora de comer los fines de semana se retrasa, no tardamos mucho en sentarnos y pedir una Burguer doble con aguacate y otra barbacoa con patatas. El local está decorado con muchos elementos de madera y es bastante amplio.



La duda estuvo en qué hacer por la tarde, se podría ir hasta el zoo y ver el Museo de Darwin pero seguía nublado y preferimos marchar. Para hacer la digestión, fuimos a ver la zona del puerto. Salimos por la Mönchentor o Puerta del Monje, de estilo clásico, y llegamos al río Warnow. En la desembocadura se encuentra la localidad de Warnemünde, que pertenece al Ayuntamiento de Rostock y es casi totalmente un destino turístico. Pero no llegamos a ir, volvimos al coche y fuimos a la siguiente parada.

Schwerin no es exactamente una ciudad hanseática, pero merece la pena una parada en el camino. Es la capital del estado pero tiene menos habitantes que Rostock, de hecho es la capital de estado más pequeña de Alemania. Lo más conocido de esta ciudad es el Castillo, situado en un islote en uno de los innumerables lagos que tiene Schwerin. Un castillo que ya era conocido en el s. X, fue residencia ducal y hoy en día es sede del Parlamento regional. Su planta circular se asemeja a los castillos del Loira franceses. La ciudad ha crecido respetando totalmente la naturaleza y el bosque que la rodea, totalmente en armonía. De hecho, los jardines del castillo terminan en el bosque sin saber cuál es el principio de uno y el fin del otro.



La imagen del castillo al atardecer es espectacular, el color anaranjado único, una lástima las grúas junto al castillo, pero la imagen es idílica.
Dimos un pequeño paseo por los jardines y después por la ciudad, viendo plazas y edificios con una arquitectura colorida y llena de vida. La iglesia, la estación, la plaza o el museo. Una ciudad pequeña pero muy turística, con un encanto especial inigual a otra ciudad alemana.




Finalmente, el viaje se acaba y sólo queda despedirse de los amigos hasta la próxima, en Alemania o ya en casa, nos volveremos a ver. Sin duda, este ha sido un viaje lleno de historia en el que he podido ver varias ciudades menos conocidas que normalmente no son tan visitadas, pero sin lugar a dudas un gran acierto haber podido conocerlas.

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