La Rioja Alta es una de las bodegas más antiguas y tradicionales de Rioja. Se fundó en 1890 y está situada en el barrio de La Estación de Haro. En la actualidad el grupo La Rioja Alta incluye además otras tres bodegas: Torre de Oña en Rioja Alavesa, Áster en Ribera del Duero y Lagar de Cervera en Rías Baixas.
Ayer tuve la suerte de disfrutar de una excelente comida en uno de los comedores de la bodega. Atravesando la sala de barricas donde envejecen sus vinos se llega a una sala amplia, bien iluminada y con unas hermosas vistas a la sierra de Toloño. Allí, en unos cómodos sillones, disfrutamos de un aperitivo acompañado del Albariño de Lagar de Cervera.
Después nos sentamos a la mesa y ya empezamos con la comida. La bodega tiene su propia cocina y todo se elabora allí mismo (salvo el pan). La comida se tiene que reservar previamente y hay distintas opciones para elegir en dos grandes apartados: comida tradicional y comida moderna.
Nosotros esta vez nos decidimos por la tradicional y elegimos de primero unas pochas, cuya temporada está comenzando. Estaban muy finas y deliciosas. Aparte venían el chorizo (riquísimo) y el tocino para añadir al gusto, así como las guindillas para dar el toque picante. Una delicia.
De segundo tomamos corderito lechal asado. Tierno y sabroso, acompañado de unas patatas. También llevaba aparte un poco de lechuga para añadir como acompañamiento. Como detalle extra decir que el vinagre de aliño para la ensalada también estaba elaborado a partir de vinos de la propia bodega.
Nuestro postre fueron unos milhojas cubiertos con chocolate. Después de la comida que he descrito parecería que no íbamos a poder con un postre así, pero fue verlos y aparecer un hueco en el estómago. Estaban exquisitos.
Por supuesto los vinos que disfrutamos durante la comida fueron dos reservas de La Rioja Alta. Primero el Viña Arana Reserva 2005 y después el Viña Ardanza Reserva 2004. Son vinos que siempre han mantenido el estilo clásico de Rioja y se cuentan entre nuestros favoritos. Con una buena comida mostraron su mejor expresión. Una verdadera gozada.
También tuvimos la sorpresa de que junto con el café nos ofrecieron un brandy que se envejece en la propia bodega. Según nos dijeron su madre es de Armagnac y permance en barricas nuevas de roble americano hasta que el enólogo considera que está en su punto. Un lujo que sólo se puede disfrutar allí, pues se elabora en muy pequeñas cantidades.
Mención especial para el trato que recibimos, verdaderamente excelente. Rapidez, amabilidad, así como completas explicaciones sobre cualquier cosa que llamara nuestra atención, hicieron que la experiencia fuese memorable.
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