sábado, 13 de abril de 2013

Comiendo de pinchos en Bilbao

El pasado fin de semana fuimos a pasar el sábado a Bilbao. Llegamos a media mañana y aprovechamos para ir de pinchos por la zona vieja comenzando pronto para tener tiempo de visitar unos cuantos bares.

Quedamos en la Plaza Nueva para comenzar nuestro recorrido en el Café Bar Bilbao. Fundado en 1911 y reformado en 1992, en su barra se pueden encontrar gran número de atractivos pinchos, de entre los que elegimos uno de bacalao y otro de puerro y jamón con pato ahumado. Deliciosos.


Muy cerca y sin movernos de la misma plaza llegamos al Victor Montes, otro bar clásico. Cuenta también con restaurante y tienda delicatessen. Toda una tentación. Sus riquísimos pinchos entraban por los ojos.


Antes de dejar la Plaza Nueva todavía visitamos otro bar más. El Negresco es un local nuevo de pequeño tamaño pero con una barra muy bien distribuida en varios pisos que alberga exquisiteces a las que no pudimos resistir. Foie y una carrillera con salsa, jamón y verduritas fueron nuestras elecciones.



Entonces cambiamos de lugar y fuimos a la calle Santa María. Allí visitamos el Gatz [flash] un bar del que ya hemos hablado aquí anteriormente. Desde su fundación en 1994 ha acumulado una impresionante cantidad de premios y menciones por sus pinchos. Nosotros probamos el rollito de calabacín con anchoa, mayonesa y piquillo, el rollito de salmón relleno de calabacín, queso philadelphia y espárrago triguero y también el steak tartare.


Seguimos en la misma calle para volver a otro bar conocido. En el Santa María sus numerosos pinchos son muy llamativos a la vista y también sabrosos al paladar, como atestigua la txapela que lucen en la pared tras la barra. Aquí elegimos con variedad pudiendo destacar la bola de queso o el foie.


Para entonces ya pasaban de las tres de la tarde, hora en la que muchos bares cierran así que teníamos que terminar. Elegimos para ello el Hatari en la cercana calle Jardines. Es un bar que tiene menú además de pinchos y que abre todo el día. Aquí, entre un maki de salmón, unas anchoas y unas croquetas pusimos fin a la ronda recordando el refrán: de pincho en pincho y sigo que no me hincho.



A la tarde nos fuimos a recorrer el museo Guggenheim que, aunque pueda no parecerlo, era en realidad el motivo de la visita a la ciudad. En serio. Aprovechamos para repasar la colección permanente disfrutando de Warhol y recorriendo los laberintos de Richard Serra. De las exposiciones temporales actuales nos gustó particularmente L'Art en Guerre y su sección de obras surrealistas que incluyen algún dibujo de Dalí y de Miró.


Al terminar decidimos tomar un café antes de emprender el camino de vuelta. Entramos en el Gran Café Campa de los Ingleses, en la avenida Mazarredo. Vimos su barra y, como no tenemos remedio, todavía acabamos tomando una deliciosa hamburguesita con bacon y todo.


Un día muy completo en una ciudad llena de tentaciones gastronómicas. Como observación final destacaría el hecho de que, tanto en los locales más tradicionales como en los más modernos, la mayoría de las tapas se sirven sobre una rodaja de pan. Una presentación típica y que facilita mucho el comerlas.

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