La iniciativa
vinobús ha crecido este año y plantea siete nuevos viajes. Animados por la buena experiencia del
año pasado, compramos nuestros billetes y nos embarcamos nuevamente, este vez rumbo a la Rioja Baja, en un viaje denominado "El vino y la herencia romana en La Rioja".
El autobús ha desmejorado algo respecto al del año pasado (que, sin embargo, sigue saliendo en las fotos), pero la idea sigue siendo la misma: visitar dos bodegas y admirar el paisaje riojano. Esto último se concreta en una visita "cultural" que, me temo, solo sirve para perder el tiempo. No podemos olvidar que el objetivo central del viaje es visitar bodegas. Para admirar los muchos tesoros de La Rioja hay mejores opciones.
Pero vamos a lo bueno. Para empezar, la herencia romana es una excusa: salvo unas pocas explicaciones de la guía, brillará por su ausencia. Nadie la echó de menos: Alicia Rojas y las Bodegas Viñedos de Aldeanueva eran las estrellas de la jornada y nada las eclipsó.
Bodegas Alicia Rojas se encuentra en
Ausejo, en una
finca ligeramente apartada del pueblo que ocupa unas ochocientas hectáreas, y sube desde los 300 metros de altura del pueblo hasta los 750 del monte Plana Alta o Collado de la Estrella. La viña es importante en la finca, lógicamente, pero también tienen almendros, olivos (elaboran aceite) y cereal. En las laderas boscosas del monte hay caza mayor y menor. Todo esto nos lo cuenta la propia Alicia Rojas, que es nuestra anfitriona, con sencillez y un justificado orgullo por lo que ella y su familia han construido.
La nave de elaboración, de moderno diseño, se encuentra algo alejada del edificio principal, lo que permite llegar dando un pequeño paseo junto a las viñas, que tienen ya pequeños frutos verdes. Pronto comenzará el envero, el cambio de color, y las uvas se tornarán negras, las tintas, y doradas, las blancas. En la nave, nada nuevo: los grandes depósitos de metal, un laboratorio, la prensa, las tolvas, todo lo que podemos encontrar en una nave de elaboración. El toque de Alicia Rojas mezcla la adopción de métodos modernos con el respeto por la tradición y el gusto por los Riojas clásicos.
La visita concluye en el edificio principal de la bodega, donde nos han preparado una cata de tres vinos: el
blanco semi-dulce, el blanco seco y un tinto de crianza. Los tres excelentes. Como buena anfitriona, nos puso algo de picar para acompañar al vino: un señor almuerzo con pan, paté, tortilla de patatas y pimientos asados. Todo riquisimo, aunque debemos destacar necesariamente el estupendo maridaje del blanco semi-dulce con el paté. Un diez para la anfitriona y otro para sus vinos.
Tras despedirnos de Alicia Rojas, proseguimos la ruta hacia
Calahorra, cuya catedral vamos a
visitar. Posteriormente, continuaremos unos kilómetros más por la Nacional 232 hasta llegar a
Aldeanueva de Ebro, donde nos esperan en la Bodega Cooperativa, hoy denominada
Viñedos de Aldeanueva.
Tal como nos dice Javier, nuestro guía, si Alicia Rojas es un ejemplo de bodega familiar, Viñedos de Aldeanueva es todo lo contrario, una de las bodegas más grandes de Rioja y la mayor de sus Cooperativas. Todas sus cifras son elocuentes: cuatro bodegas, dos de ellas de elaboración con una capacidad de 4,5 y 8,5 millones de litros; dos bodegas subterráneas de cemento de los años 60, seis tolvas de recepción, tres naves de crianza con aproximadamente 15.000 barricas, tres líneas de embotellados, dos de ellas con una capacidad conjunta de 18.000 botellas/hora y unas ventas de 13 millones de botellas.
Las viñas se extienden desde la ribera del río
Ebro a las altas laderas del monte Yerga, lo que hace que la vendimia se alargue más de un mes. El suelo, la altitud variable, y un clima caracterizado por muchas horas de sol con baja pluviometría, producen una uva de calidad, intenso color y graduación media-alta.
Nuestro amable guía nos muestra las viejas bodegas de cemento, los modernos depósitos de acero y la espectacular sala de barricas. Junto a ella, una maquina para limpiar barricas le da pie a contarnos como el viejo proceso de limpieza de las barricas ha sido automatizado para garantizar la máxima pureza del vino y su homogeneidad. Aquí se produce el momento más curioso de la jornada pues, por primera vez, escucho a un bodeguero admitir sin ambages que el sulfuroso es el conservante del vino y que sin él no habría forma de elaborar vinos de larga duración.
No es un secreto; cualquiera que conozca la elaboración del vino sabe que el azufre se utiliza para desinfección y conservación, pero si parece ser algo "incorrecto" o "anticomercial".
Por último nos dirigimos a la sala de catas, que está situada junto a la entrada de la bodega. En este momento apreciamos el verdadero tamaño de la bodega, pues volver al punto de salida nos cuesta mucho más tiempo del que nos hubiéramos imaginado. La amenidad de la charla nos ha hecho perder por completo la noción del tiempo. Dos excelentes tintos "
Azabache", uno del año y otro de crianza, ponen fin a nuestra excursión.