Hola de nuevo. Gracias a la Guía Peñín, que nos ha hecho llegar una invitación a Epicúreos, ayer pude acudir al II Salón de las Estrellas de la Guía Peñín, que se celebró en el Museo del Ferrocarril de Madrid, y voy a compartir con vosotros la experiencia:
Para empezar, debo decir que todos los allí presentes nos quejamos del intenso frío que hacía en el local. Sí que había unos pocos quemadores de los que ponen en toda Europa cuando quieren jugar a las terrazas en invierno (costumbre poco ecológica donde las haya), pero obviamente, en las dimensiones del Museo del Ferrocarril, este esfuerzo apenas se notaba y, si acaso, debajo de los contados quemadores las caras estaban rojas de calor (y del vino, no, que esto es una broma) y los pies helados (al menos en mi caso, tras las 3'5 horas que pasé allí), porque no había ni una triste moqueta para mitigar el frío, aparte de que los tintos tenían temperaturas de blancos, cosa de la que se quejaban los bodegueros y con razón. También eché de menos algún jamoncito recién cortado para entretener al estómago, ya que solo había colines (en abundancia, eso sí), pero bueno, es normal que la crisis afecte a estos detalles. Agradezco, sin embargo, que se facilitara el cuaderno de cata, muy detallado y claro, de manera gratuita.
Dicho esto, y con tirón de orejas para la Guía Peñín para que otro año nos busque un techo y unas condiciones bajo las que catar más a gusto, paso a la descripción de la experiencia enológica. Los precios que indico son PVP, con lo que puede haber variaciones.
Empecé con la mesa nº 56: Viña Aliaga (D.O. Navarra). Foto:
Este amable joven de la gorra me estuvo ofreciendo varios vinos: empezando con el Lágrima de Garnacha 2012, con 86 puntos y 5 estrellas (4,95 €) y siguiendo con el Cuvée 2009, con una puntuación igualmente de 86 puntos y 4 estrellas (6,95 €), ambos agradables pero que no me dejaron mayor impresión (tal vez porque estaba empezando con ellos y aún me faltaba calentar motores). Después la cosa mejoró, dado que en el Garnacha Vieja 2009, con 86 puntos y 4 estrellas (7,50 €) encontré un vino aromático, con recuerdos a violetas, que me gustó más porque tenía más que decir.
Después, pasé a la mesa nº 111: Bodegas Liba y Deleite (D.O. Ribera de Duero), que ofrecían sus dos productos galardonados por la Guía Peñín: el Acontia 2012 de Ribera del Duero (puntuación de 88 y 4 estrellas) y el Acontia 2012 de Toro (86 puntos y 4 estrellas), ambos a 8 €:
Del primero (el Acontia 2012 de Ribera del Duero) debo decir que está hecho con un 100% de uva Tempranillo y que permanece 6 meses en barrica de roble 100% español envejecido, lo cual le aporta un gran valor añadido. La persona que me atendió (me parece que su nombre era Maite) fue muy amable por sus explicaciones, que en verdad agradecí. Por ejemplo, me comentó que el roble español (navarro, para más señas) tiene una ventaja sobre el francés, y es que aunque son parecidos, el español tiene menos elagitaninos, que son los "taninos malos" porque maderizan el vino. También gracias a ella supe que el nombre Acontia, por si alguien se lo ha preguntado, es el que tenía Tudela de Duero antes de los romanos.
El vino en boca era muy aromático, lleno de fruta: frutas rojas, la cereza sobre todo, regaliz (en el retrogusto, con un sabor lejano a madera), y recuerdos de monte bajo (casi se podía adivinar un sabor a tomillo y lavanda). Muy agradable y muy evocador.
El otro vino que ofrecían, el Acontia 2012 de Toro, está compuesto por un 15% de Garnacha y el resto es Tempranillo. Este vino tiene otro carácter totalmente distinto: haciendo honor a su nombre, es más bruto, más fresco y más balsámico, incluso diría yo que más rasposo. También agradable, pero para otro tipo de momentos. En la foto anterior el Toro es el que está abierto.
Si queréis poneros en contacto con ellos (están en Valladolid), el nº del móvil del director, Roberto Martín, es: 669 841 356 y su dirección de correo electrónico: acontiadireccioncomercial@acontia.es
Posteriormente, cambié de tercio y visité la mesa nº 58: Bodegas y Viñedos Don Olegario, de Cambados, Galicia (D.O. Rías Baixas):
Ofrecían un vino blanco, el Don Olegario Albariño 2012, con 93 puntos y 4 estrellas (12,00 €, tal vez este precio es el motivo de que no tenga 5 estrellas, ya que es un pelín alto, yo recomendaría a la bodega que lo bajase un poco) que supuso todo un descubrimiento para mí, especialmente amante de los vinos blancos. Esta pequeña joyita (ya vamos bien, ¿eh?), hecha con un 100% de uva Albariña, procede de la zona de Salnés (en Cambados), y al probarla sentí una explosión de aromas y un cuerpo como no había sentido en un blanco antes (incluidos otros albariños). Las palabras que lo definirían son muy redondo, superaromático, perfecto. Lo dejo ahí, no quiero desvelar más el secreto para animaros a que lo probéis, pero espero que os entusiasme como a mí. María me contó que a pesar de ser blanco es un vino que aguanta muy bien de un año para otro. Para muestra un botón: en 2008 el Wall Street Journal lo catalogó como el 4º vino más delicioso del mundo...¡y hablaba de una añada de diciembre de 2005! Ahí os dejo con eso...
Esta bodega, que también hace el 1/2 Pipa de Don Olegario (por si alguno lo conoce), comenzó su andadura en 1980 con un viñedo a 2 km del mar, particularidad que se nota en el vino, muy mineral (allí el terreno es arenítico, me explicó María Falcón, a quien podéis ver en la foto, que es la hija del Don Olegario que da nombre al vino). La producción de este viñedo (50.000-60.000 botellas de media al año) es integrada, ecológica. Tienen un límite para los productos fitosanitarios y los abonos y no se pueden pasar de ahí, porque reciben la visita de un auditor todos los años, lo cual les confiere un valor añadido. La vendimia es manual. Maceran la uva y después de la maceración mantienen el vino un mínimo de 8 meses en depósito antes de embotellar. Debido a las condiciones meteorológicas y ambientales, el año pasado solo produjeron 32.000 botellas. Exportan el 80% al continente americano (¿no es una pena que se lo queden allí y aquí apenas lo degustemos?), por eso os animo a que no dejéis pasar la ocasión de probarlo, no os defraudará.
Parece ser que han comprado uva integrada y van a hacer otro vino para todos los públicos, sobre todo para el sector joven. Buscan calidad y diferenciarse a través de ella. Ese vino que vayan a producir será un homenaje a la madre de la familia. Secreto: saldrá a la venta el 14 de febrero (San Valentín) próximo, así que estad atentos...
Si queréis poneros en contacto con ellos (están en Refoxos-Corbillón, Cambados), el móvil de María Falcón es 678 561 175, y su dirección de correo electrónico: info@donolegario.com
La siguiente bodega que visité fue la de la mesa nº 59: Frutos Villar (Cigales), con 4 D.O. nada menos: Toro, Cigales, Ribera y Rueda. Foto:
Empiezo por la D.O. de Cigales: Carlos León, del Dpto. Comercial, me ofreció un rosado (el primero de mi visita): Viña Calderona 2012, con una puntuación de 85 puntos y 5 estrellas (el precio es de sólo 4,17 €). Me sorprendió por lo afrutado que resulta en boca, ¡teniendo en cuenta que ya tiene un año! Sobre todo, encontré aromas a frutas rojas un poco ácidas.
Después, pasamos al Calderona, un tinto joven de Tempranillo, también de Cigales, con 88 puntos y 5 estrellas y un precio de 4,37 €. Este vino no pasa tiempo en barrica y tiene unos taninos potentes. Es fresco y rasposo, con carácter. Su gradación es de 13,5º. Me comentó que Cigales, en general, da muchos grados, aunque esta añada será diferente por la pluviosidad de este año que acaba dentro de un mes. Para no estar tan condicionados por la meteorología, también a veces se utiliza la técnica de podar la viña cuando es joven aún, para evitar que la gradación suba demasiado, aunque estas D.O. (Cigales, Toro y Ribera) siempre dan por encima de 13º, ya que por debajo de 12º incluso sería problemático en su caso. Al hilo de lo anterior, Carlos me comentó que los tintos de Orense, los ribeiros tintos, son de baja graduación, así como algunos vinos catalanes (no es el caso del Montsant, del Priorat o de los de Tarragona en general), porque suelen vendimiar en agosto, es decir, bastante antes que los demás.
Bueno, que me enrollo con cosas que no vienen al caso.
Por probar otra de las 4 D.O. que ofrecía Frutos Villar, pasamos a Toro. Carlos me ofreció el Muruve 2009 Reserva, con 91 puntos, 5 estrellas y un precio de 9,96 €. Pondero la elección del diseño de la botella, muy bonita y elegante. En este vino, Tempranillo, se integra la madera con la tremenda naturaleza de la zona. Con carácter pero a la vez amable, muy recomendable.
Para poneros en contacto con Carlos León Pérez, le podéis llamar al móvil 653 614 888 o bien escribir a bodegasfrutosvillar@bodegasfrutosvillar.com. La persona que lleva exportación se llama José Luis Villar, por si estáis interesados. Están en Cigales (Valladolid).
Pasamos a Aragón, que para mí es muy especial por los años que viví allí. Aviso que, como no me daba tiempo a visitarlas todas, he querido evitar las bodegas más famosas, como la de Laus, porque su buena calidad ya es conocida y yo buscaba las posibles sorpresas que pudiera deparar lo desconocido.
Fui, pues, a la mesa nº 68, a visitar las Bodegas Chesa (D.O. Somontano), sito muy cerca de Barbastro (Huesca). Foto:
Jesús Sazatornil Ferraz, muy dedicado y amable, me ofreció un blanco que ha obtenido 85 puntos, 4 estrellas, y cuyo precio es de 7,00 €: el Chesa Gewürtztraminer 2012. 100% Gewürtztraminer, se notaba esta uva por lo afrutado del vino: delicioso, mimoso, envolvente, suave, me atrevería a calificarlo de "femenino", me recordó a los vinos del Rin o del Mosela, pero con un toque más seco, ya que aquí no necesitamos añadirles azúcar, como hacen con frecuencia en los afrutados de Alemania. Absolutamente recomendable. Un descubrimiento para mí contar con este tipo de vino en España.
Después, pasamos al Chesa 2012 Rosado (89 puntos, 4 estrellas, precio de 6,00 €). A base de uva 100% Cabernet, es un vino muy conseguido, mucho menos ácido que la mayoría de los rosados que estoy acostumbrada a probar. Tiene un color algo más dorado también que los rosados habituales, lo que me llamó la atención (podéis verlo en la foto, mi copa tenía el rosado cuando la tomé).
Posteriormente, Jesús me ofreció un tinto joven , el Chesa Merlot Cabernet 2012 (87 puntos, 5 estrellas, 5,00 €), con una composición 65% Merlot y 35% Cabernet. Encontré en este vino un olor a hollín, a chimenea de pueblo, a cenizas, sensación que perduró en boca. Me gustó porque era fresco, no rasposo, amable, no ofensivo. Para ser un joven encontré en él muchos aromas originales y mirando el precio entiendo perfectamente la consideración de 5 estrellas otorgada por la Guía Peñín.
Esta bodega dedica un 10% de su producción a exportación, principalmente a Alemania, Holanda y Suiza.
Jesús me dio a probar después el Chesa 2010 Tinto Roble (89 puntos, 4 estrellas, 7,00 €), que envejece 5 meses en barrica de roble francés y americano. Ya solo al olerlo se nota el cuerpo de este vino, con gran presencia de maderas. La misma sensación permanece en boca. En el retrogusto se sigue percibiendo la madera, pero acompañada de vainillas. Se nota la permanencia en barrica, es un vino muy logrado.
Finalmente, Jesús me ofreció el Chesa 2010 Crianza (88 puntos, 4 estrellas, 8,00 €) Merlot-Cabernet, que permanece un mínimo de 8 meses en barrica, con igual coupage que el anterior. Para este se seleccionan las mejores barricas de roble francés y americano. Es un vino muy parecido al anterior, si cabe con más cuerpo y más redondo.
En general, los 5 vinos de Bodegas Chesa me parecieron, en su conjunto, suaves, cuidados, delicados, contenidos, moderados y amables, como Jesús. Para contactar con él: 649 870 637 o bien escribiendo a: bodegaschesa@hotmail.com
Siguiendo el consejo de Jesús (me ha llamado la atención la buena relación entre distintas bodegas de la misma D.O. Somontano), fui a la mesa nº 97, a Bodegas Obergo, que están en Graus (Huesca):
Joaquín Vidal, el gerente, que es quien aparece en la foto, me comentó que dedican el 70% a exportación y que ¡su rosado se agotó en Febrero! Producen solo 5.000-6.000 botellas, eso sí.
Me ofreció el Obergo Caramelos 2012 (89 puntos, 4 estrellas, 7,00 €), un tinto a base de Garnacha, uva adaptada a la altitud de esta zona de España, concretamente al Valle de Secastilla (donde está el viñedo de Somontano), pero el de Bodegas Obergo se encuentra por encima de los 650 m, a 300 m más.
Este vino tiene un perfil goloso. En boca ofrece un sabor claro a caramelo (de ahí el nombre). Pasa 4 meses en barrica de 2º vino. Los productores quieren que matice bien pero a la vez cuidan mucho el equilibrio entre la garnacha y la madera. También es un vino amable, como los de Chesa.
Después, Joaquín me ofreció el Obergo "Finca La Mata" 2010 (91 puntos, 5 estrellas, 10,00 €), un vino de coupage compuesto por un 40% de Merlot, un 40% de Cabernet y un 20% de Garnacha, pero en este caso no solo cuidan las variedades de uva y sus porcentajes, sino también la madera: ha de ser un 70% de procedencia francesa, un 25% americana y un 5% húngara pura. Utilizan barrica nueva y de 2º y 3er vino. Se encuentran todas las variedades en los tres tipos de madera. Este vino presenta un gran abanico de matices y se nota el cuidado que han puesto en su elaboración.
Su relación calidad-precio es muy buena, y eso se refleja en que es el que más se exporta (20.000-25.000 botellas). Se perciben los 8 meses en barrica de madera.
Esta bodega también tiene 2 blancos (uno a 7,00 € y el otro a 12,00 €), pero no llegaron a tiempo para la cata de Peñín.
También tienen una línea superior con 4 vinos monovarietales y una producción de 1.200 a 5.000 botellas al año): Syrah (con 16 meses en barrica), Cabernet Sauvignon (con 18 meses en barrica, Joaquín me comentó que han vendido 5.000 botellas de este vino a China), Merlot (18 meses en barrica) y Garnacha de viña antigua, con 12 meses en barrica y una producción de 1.200 botellas. El precio de esta línea de monovarietales ronda los 18-25 € (mucho más barato en bodega, lógicamente). La 2ª crianza se produce en botella, durante el mismo tiempo que ha pasado el vino en barrica.
El contacto de Joaquín Vidal es: 669 357 866 y su dirección de correo electrónico: bodegasobergo@obergo.es. La página web de esta bodega es: www.obergo.es
Posteriormente, cambié de nuevo de tercio y pasé por una bodega que me llamó la atención en la mesa nº 86: Bodega Kieninger, una bodega austríaca pero sita en Ronda (Málaga). Martin Kieninger (el propietario) y su hija Sara me dieron a probar su vino tinto Zweigelt 2011 (91 puntos, 4 estrellas, 12,00 €. Al igual que en el caso de Bodegas Don Olegario, recomendaría a Martin que bajaran un poquito el precio, con lo que conseguiría las 5 estrellas seguro). No tengo foto de esta mesa, lo siento, pero es porque la conversación fue tan interesante que se me fue de la cabeza el tomarla. Me contaron que su vino es ecológico, que tiene un 70% menos de sulfitos que la media gracias a ello, que su pago tiene una extensión de 3 ha, con una encina que sirve de guardiana a todo el viñedo (me gustó esta sensibilidad con la naturaleza). Debo decir que este vino de mesa presenta un gran sabor a madera, pero en él no destacan los taninos. Pasa 6 meses en barrica de roble americano y francés nuevo y seminuevo. Tienen un tratamiento "surlie", que quiere decir que cada semana mueven los lías (como Martin tiene un fuerte acento austríaco no sé si entendí bien esto) de entre las barricas. Por cierto, ambos viven entre los viñedos. Martin es enólogo y su trabajo, aparte de ser ecológico como ya he apuntado, es también biodinámico. Concretamente, se organizan el trabajo según las posiciones de la Luna, que favorece la vendimia o la poda por su fuerte influencia en los líquidos de nuestro planeta, como sabemos por las mareas y otros ciclos que comprenden líquidos. Aparte de la originalidad de su trabajo, que supone un indudable valor añadido, su vino me gustó mucho porque lo encontré muy natural y con mucho cuerpo, muy redondo.
Para poneros en contacto con Martin o con Sara, su hija: el teléfono fijo es: 952 879 554, el móvil es: 630 161 156 y el correo electrónico: martin@bodegakieninger.com. La página web de la bodega es: www.bodegakieninger.com
Luego fui a la mesa nº 90, a recuperar el contacto con Aragón, porque en esta mesa estaba Jordán de Asso, bodega D.O. Cariñena, de Aguarón (Zaragoza).
Javier Guelbenzu, el enólogo, me dio a probar dos de sus vinos: el primero lo llevaron y no estaba incluido entre los de la selección de Peñín, el Jordán de Asso Garnacha, de 2012 con un precio de entre 4,50 y 5,00 €. Este vino está compuesto por 100% Garnacha, permaneciendo 3 meses en barrica. No tiene mucha maceración, pero la garnacha le proporciona un aroma acaramelado y a madera. Muy rico y amable.
El otro vino que me ofreció Javier sí que estaba en la clasificación de Peñín con 85 puntos y 4 estrellas y el mismo precio que el anterior (aunque en la guía pone 5,50 €), pero me fío más de lo que me dicen los productores del vino. Se trata del Jordán de Asso Tempranillo 2012, con 100% de Tempranillo en su composición. También permanece 3 meses en barrica, pero tiene una maceración más larga que el anterior. Presenta más estructura, pero consigue mantenerse equilibrado. Tiene, no obstante, más carácter que el anterior y por eso gusta más en Alemania, según Javier.
Una curiosidad: observad las botellas. Las del ojo abierto y cerrado son, respectivamente, el Jordán de Asso Crianza y el Jordán de Asso Reserva. El ojo abierto significa admiración y el cerrado emoción. El nexo es que ambos tienen una lágrima, que es una pepita de uva, indicadora del germen de la vida.
Para poneros en contacto con Javier, que es el enólogo, como he comentado, o con Carmen, llamad a los fijos: 976 221 781 o bien 976 620 291 o bien al móvil: 617 524 472. El correo electrónico es: javier@jordandeasso.com
Y, finalmente, y ya en el camino de vuelta, me decidí a parar en la mesa nº 73: Bodegas Sa Cova, porque me pareció original probar un vino ibicenco:
Se trata del vino rosado Sa Cova 2012 (88 puntos, 4 estrellas, 8,00 €): un vino con 100% uva Monastrell, suave pero con ciertas notas ácidas. La producción de esa bodega, sita en Es Amunts, una zona protegida del norte de Ibiza, es de 25.000 botellas al año. No me detuve mucho en esta bodega porque ya iba con prisa (se me había hecho muy tarde), pero si queréis poneros en contacto con ellos por teléfono: 971 18 70 46, móvil: 699 05 40 55 o por correo: sacova@sacovaibiza.com
También se me ha hecho muy tarde escribiendo esta reseña, ya podéis ver la cantidad de detalles que facilito en ella, por lo que espero que os sea útil. Lo que pasa es que no podré escribir mucho más en un tiempo, dado que soy aficionada a proporcionar todo tipo de detalles y tardo mucho con cada blog. Espero que no me echéis mucho de menos... ;-) Gracias por vuestros comentarios al anterior sobre el viaje a Islandia.
miércoles, 27 de noviembre de 2013
Viaje gastronómico a Islandia
Cuando uno visita esta tierra, a la que algunos aluden con el apelativo de "tierra de hielo y fuego", aparte de lo evidente, que es el paisaje, llama la atención la comida. Dado que en este blog tratamos temas culinarios, me voy a centrar en estos últimos obviando la maravilla de la naturaleza y la geografía de este país, no sin antes recomendar su visita vivamente.
La primera sorpresa gastronómica, muy agradable, fue el bacalao, de un frescor, una blancura y una firmeza que no había percibido nunca. A lo mejor los portugueses ya están más acostumbrados, pero como en nuestro país solemos degustar el bacalao que se ha conservado en salazón, no estaba preparada para esta experiencia tan agradable. Estuvimos en un restaurante sin pretensiones (el Chaqwa, adjunto foto por fuera y por dentro) que encontramos en el centro de Reykjavik, pero no es tanto mérito del mismo sino de la materia prima, de inigualable calidad.
En la foto lo podéis ver servido con una ensalada multicolor en la que cada ingrediente se presenta por separado, en vez de mezclado con los demás.
Ya para entonces empezamos a leer en las cartas y en la guía que llevamos otras especialidades para estómagos mucho más aguerridos. Como mi naturaleza es muy curiosa, allá que fui a probarlas a pesar de que, como en el caso de lo que os voy a contar ahora, mi sentido de la ecología se rebelaba. Hablo de los frailecillos, esas aves con cara de payaso y cuerpo de pingüino que todos hemos visto alguna vez en algún libro o algún documental. Lo comí en el restaurante Olafshus (la Casa de Olaf), en el pueblo de Saudarkrokur:
Tengo que decir que su sabor no me gustó mucho, aunque se nos presentara en un plato en salsa que intentaba enmascarar su sabor, de por sí desagradable: una mezcla de hígado y de pescado, y es que este animal solo se alimenta de peces, con lo que es lógico que sepa a ellos. Además, está el hecho de que se los caza, no se los cría, con lo que no recomiendo mucho su consumo porque gastronómicamente no aporta nada o casi nada, más que el poder decir que se ha degustado, y por lo poco sostenible de su obtención.
La Olafshus por dentro:
El tercer producto curioso que probé fue tiburón podrido (Sker en idioma), o así aparecía en nuestra guía. Esta ocasión se nos presentó un día de mucha lluvia, al meternos en un restaurante (el Narfeyrarstofa) del pueblo de Stykkishólmur para resguardarnos:
El local por dentro, que es cálido, como todos los de esta tierra fría:
Me decidí a comer tiburón cuando lo vi en la carta, que estaba tan cuajada de productos absolutamente diferentes a los que estamos acostumbrados en nuestras latitudes que le hice unas fotos que podéis ver aquí (también tenían ballena, esto me faltó probarlo, pero me alegro de no haberlo hecho, porque desde la época de los documentales de Jacques Cousteau estoy en contra de la caza de ballenas).
Aquí tenéis la carta de tés y cafés:
Aquí los entrantes:
Y aquí los segundos:
Concretamente, esto es lo que comí:
El tiburón en cuestión era más una muestra testimonial del mismo que un plato hecho y derecho. Presentado sobre una piedra, consistía en 4 trocitos de tiburón cortados en dados y acompañados de dos mejillones (dos y ninguno más, ¿eh?), dos ramitas de algas secas (como chicle vienen bien, porque se tarda en hacerlas comestibles a base de mordisquearlas y tenerlas dando vueltas en la boca) y dos trozos algo más grandes de pescado seco deshidratado, que no estaba mal y recordaba un poco a patatas fritas en su consistencia. La taza es un té (el penúltimo de los de la carta que os mostré más arriba, el de abedul, muy amargo y no recomendable):
Y diréis, "bueno, ¿a qué sabe el tiburón?" Pues es como comer NH3, es decir, amoníaco puro (en la carta no pone que esté podrido, pero en la guía decía que la especialidad es así, y doy fe que el sabor puede ser a podrido perfectamente). No lo recomiendo, aunque como curiosidad, y para no volver a comerlo, vale. ¡Ah! Y todo ello regado con un vasito de "Brennvinn", que como su nombre indica, es "vino que quema", es decir, aguardiente, pero del de verdad, es decir, con una gradación alcohólica de unos 40º. Bueno, todo es atreverse, y reconozco que el maridaje con los demás productos descritos era adecuado.
El 4º y último producto "raro" del que voy a hablaros (los demás platos que comimos en Islandia fueron bastante más normales), es el caballo, que algunos ya conoceréis, puesto que se puede encontrar tanto en España como en el resto de Europa, aunque su consumo no esté muy extendido aún. Islandia tiene la peculiaridad de que no permite que su ganado autóctono se mezcle con ganado de otros países, y esto viene siendo así desde la época de los vikingos, con lo que la denominación de origen está asegurada. Otra cosa curiosa es que el ganado está suelto, luego decir allí que comes caballo u oveja es casi como decir que comes caza, porque hay que ir a cazarlos por el campo. El caballo, como el bacalao con el que empezamos nuestro periplo islandés, y que también pedimos en este mismo sitio del caballo, estaba delicioso: bien hecho por fuera, poco hecho por dentro, tierno, aromático y jugoso, una delicia. Lo sirvieron con una ligera salsa de arándanos, pero igual hubiera dado servirlo solo, porque su carne no necesitaba más sabores. Y curiosamente, no lo encontramos en un restaurante como tal, sino en el del museo etnográfico de la ciudad de Borgarnes, ya cerca de Reykjavik, museo que recomiendo a los que estén interesados en conocer mejor la historia y las sagas vikingas de esta tierra (en la tienda del museo se venden libros de sagas y también de los dioses vikingos, entre otras muchas cosas).
Foto del entrante (arenque preparado de 3 maneras distintas, aunque con un acentuado sabor dulce):
Foto del bacalao (de nuevo blanquísimo y fresquísimo):
Foto del caballo pero ya procesado (todo un regalo para el paladar):
Un par de recomendaciones más:
1) En el pueblo de Egilsstadir hay un restaurante (el del Guesthouse Egilsstadir) donde hacen la mejor crema de langosta que haya probado nunca. (En nuestro caso regada con la cerveza local Viking, como no podía ser de otra manera):
Mirad qué bonito es el local, que aparte de restaurante es también hotel:
Esta chica ya no trabaja allí (era tan simpática que hasta hicimos buenas migas y mantengo con ella una correspondencia por correo, lo cual os indica que el personal es muy amable).
Y en el Café Valny, también en Egilsstadir, podéis encontrar las mejores tartas y zumos caseros (además de "bagels" dulces y salados, como este de salmón que podéis ver en la foto), sin duda, junto a una decoración de lo más ecléctica y cálida. También os dejo fotos del sitio:
Mirad qué tartas... ¡y todas caseras y deliciosas!
2) Siguiendo con lo dulce, recomiendo vivamente visitar la casa azul de Akureyri (la 2ª ciudad de Islandia): los mejores pasteles de zanahoria, junto con otros muchos de otros tipos. Aquí podéis ver la foto, está en la calle central, es tan grande (toda de madera pintada de azul oscuro) que no se os escapará:
La decoración por dentro:
¡Y las tartas, que eran el motivo para ir!
Por último, deciros que el agua es tan pura en Islandia, y hay tanta, que te la dan gratis en cualquier lugar y al sentarte a comer no la tienes que pedir porque te la sirven por defecto. Espero que disfrutéis del país, porque merece la pena. Además, aparte de que hay muchos españoles allí (debe ser destino de moda), en casi todas partes hay una conexión wifi estupenda, con lo que no estaréis muy desconectados de casa en ningún momento (a menos que no queráis que os encuentren, claro...). ;-)
La primera sorpresa gastronómica, muy agradable, fue el bacalao, de un frescor, una blancura y una firmeza que no había percibido nunca. A lo mejor los portugueses ya están más acostumbrados, pero como en nuestro país solemos degustar el bacalao que se ha conservado en salazón, no estaba preparada para esta experiencia tan agradable. Estuvimos en un restaurante sin pretensiones (el Chaqwa, adjunto foto por fuera y por dentro) que encontramos en el centro de Reykjavik, pero no es tanto mérito del mismo sino de la materia prima, de inigualable calidad.
En la foto lo podéis ver servido con una ensalada multicolor en la que cada ingrediente se presenta por separado, en vez de mezclado con los demás.
Ya para entonces empezamos a leer en las cartas y en la guía que llevamos otras especialidades para estómagos mucho más aguerridos. Como mi naturaleza es muy curiosa, allá que fui a probarlas a pesar de que, como en el caso de lo que os voy a contar ahora, mi sentido de la ecología se rebelaba. Hablo de los frailecillos, esas aves con cara de payaso y cuerpo de pingüino que todos hemos visto alguna vez en algún libro o algún documental. Lo comí en el restaurante Olafshus (la Casa de Olaf), en el pueblo de Saudarkrokur:
Tengo que decir que su sabor no me gustó mucho, aunque se nos presentara en un plato en salsa que intentaba enmascarar su sabor, de por sí desagradable: una mezcla de hígado y de pescado, y es que este animal solo se alimenta de peces, con lo que es lógico que sepa a ellos. Además, está el hecho de que se los caza, no se los cría, con lo que no recomiendo mucho su consumo porque gastronómicamente no aporta nada o casi nada, más que el poder decir que se ha degustado, y por lo poco sostenible de su obtención.
La Olafshus por dentro:
El tercer producto curioso que probé fue tiburón podrido (Sker en idioma), o así aparecía en nuestra guía. Esta ocasión se nos presentó un día de mucha lluvia, al meternos en un restaurante (el Narfeyrarstofa) del pueblo de Stykkishólmur para resguardarnos:
El local por dentro, que es cálido, como todos los de esta tierra fría:
Me decidí a comer tiburón cuando lo vi en la carta, que estaba tan cuajada de productos absolutamente diferentes a los que estamos acostumbrados en nuestras latitudes que le hice unas fotos que podéis ver aquí (también tenían ballena, esto me faltó probarlo, pero me alegro de no haberlo hecho, porque desde la época de los documentales de Jacques Cousteau estoy en contra de la caza de ballenas).
Aquí tenéis la carta de tés y cafés:
Aquí los entrantes:
Y aquí los segundos:
Concretamente, esto es lo que comí:
El tiburón en cuestión era más una muestra testimonial del mismo que un plato hecho y derecho. Presentado sobre una piedra, consistía en 4 trocitos de tiburón cortados en dados y acompañados de dos mejillones (dos y ninguno más, ¿eh?), dos ramitas de algas secas (como chicle vienen bien, porque se tarda en hacerlas comestibles a base de mordisquearlas y tenerlas dando vueltas en la boca) y dos trozos algo más grandes de pescado seco deshidratado, que no estaba mal y recordaba un poco a patatas fritas en su consistencia. La taza es un té (el penúltimo de los de la carta que os mostré más arriba, el de abedul, muy amargo y no recomendable):
Y diréis, "bueno, ¿a qué sabe el tiburón?" Pues es como comer NH3, es decir, amoníaco puro (en la carta no pone que esté podrido, pero en la guía decía que la especialidad es así, y doy fe que el sabor puede ser a podrido perfectamente). No lo recomiendo, aunque como curiosidad, y para no volver a comerlo, vale. ¡Ah! Y todo ello regado con un vasito de "Brennvinn", que como su nombre indica, es "vino que quema", es decir, aguardiente, pero del de verdad, es decir, con una gradación alcohólica de unos 40º. Bueno, todo es atreverse, y reconozco que el maridaje con los demás productos descritos era adecuado.
El 4º y último producto "raro" del que voy a hablaros (los demás platos que comimos en Islandia fueron bastante más normales), es el caballo, que algunos ya conoceréis, puesto que se puede encontrar tanto en España como en el resto de Europa, aunque su consumo no esté muy extendido aún. Islandia tiene la peculiaridad de que no permite que su ganado autóctono se mezcle con ganado de otros países, y esto viene siendo así desde la época de los vikingos, con lo que la denominación de origen está asegurada. Otra cosa curiosa es que el ganado está suelto, luego decir allí que comes caballo u oveja es casi como decir que comes caza, porque hay que ir a cazarlos por el campo. El caballo, como el bacalao con el que empezamos nuestro periplo islandés, y que también pedimos en este mismo sitio del caballo, estaba delicioso: bien hecho por fuera, poco hecho por dentro, tierno, aromático y jugoso, una delicia. Lo sirvieron con una ligera salsa de arándanos, pero igual hubiera dado servirlo solo, porque su carne no necesitaba más sabores. Y curiosamente, no lo encontramos en un restaurante como tal, sino en el del museo etnográfico de la ciudad de Borgarnes, ya cerca de Reykjavik, museo que recomiendo a los que estén interesados en conocer mejor la historia y las sagas vikingas de esta tierra (en la tienda del museo se venden libros de sagas y también de los dioses vikingos, entre otras muchas cosas).
Foto del entrante (arenque preparado de 3 maneras distintas, aunque con un acentuado sabor dulce):
Foto del bacalao (de nuevo blanquísimo y fresquísimo):
Foto del caballo pero ya procesado (todo un regalo para el paladar):
Un par de recomendaciones más:
1) En el pueblo de Egilsstadir hay un restaurante (el del Guesthouse Egilsstadir) donde hacen la mejor crema de langosta que haya probado nunca. (En nuestro caso regada con la cerveza local Viking, como no podía ser de otra manera):
Mirad qué bonito es el local, que aparte de restaurante es también hotel:
Esta chica ya no trabaja allí (era tan simpática que hasta hicimos buenas migas y mantengo con ella una correspondencia por correo, lo cual os indica que el personal es muy amable).
Y en el Café Valny, también en Egilsstadir, podéis encontrar las mejores tartas y zumos caseros (además de "bagels" dulces y salados, como este de salmón que podéis ver en la foto), sin duda, junto a una decoración de lo más ecléctica y cálida. También os dejo fotos del sitio:
Mirad qué tartas... ¡y todas caseras y deliciosas!
2) Siguiendo con lo dulce, recomiendo vivamente visitar la casa azul de Akureyri (la 2ª ciudad de Islandia): los mejores pasteles de zanahoria, junto con otros muchos de otros tipos. Aquí podéis ver la foto, está en la calle central, es tan grande (toda de madera pintada de azul oscuro) que no se os escapará:
La decoración por dentro:
¡Y las tartas, que eran el motivo para ir!
Por último, deciros que el agua es tan pura en Islandia, y hay tanta, que te la dan gratis en cualquier lugar y al sentarte a comer no la tienes que pedir porque te la sirven por defecto. Espero que disfrutéis del país, porque merece la pena. Además, aparte de que hay muchos españoles allí (debe ser destino de moda), en casi todas partes hay una conexión wifi estupenda, con lo que no estaréis muy desconectados de casa en ningún momento (a menos que no queráis que os encuentren, claro...). ;-)
domingo, 24 de noviembre de 2013
De ruta por el Rin
El tren es uno de los mejores medios de transporte para viajar por el Rin pero, si hace buen tiempo, hay otras maneras. Para amantes de la bicicleta Alemania puede ser el paraíso. Hay muchas rutas diferentes y publicaciones de mapas, webs o blogs donde encontrar un nuevo recorrido cada fin de semana. La Allgemeiner Deutscher Fahrrad-Club (ADFC) es una de las mejores ya que reune rutas de todo el país.
Por suerte el camino era llano, si no no hubiera podido llegar muy lejos :-P. Esa mañana fuimos desde Mainz-Kastel hasta Eltville pasando por Wiesbaden y Walluf. Aquí dejo unas imágenes del recorrido.
La ventaja de ir en paralelo al río de pueblo en pueblo es que puedes hacer una ruta lineal y volver al punto de partida sin ningún problema con el tren. Y si se quiere cambiar de orilla es tan fácil como buscar el lugar donde un transbordador cruce de lado, pero hay que mirar bien los horarios y las fechas para no llevarnos una sorpresa y tener que andar un poco más.
Aunque la bicicleta te permite llegar más lejos, si puedo elegir, yo prefiero caminar. En un paseo corto por la orilla del Rin al lado mismo de casa pude descubrir rincones como éstos y tener buenas vistas de Mainz.
Pero si se dispone de más tiempo hay otras opciones. El Rheinsteig es un ruta de 320 km de longitud en la margen derecha de Rin. Une Bonn, Coblenza y Wiesbaden a través de estrechos senderos. Está dividida en etapas y muy bien señalizada. Como íbamos a dedicar ese día a caminar elegimos una de las etapas mas largas, de Kaub a St. Goarshausen, con 22 km de longitud.
El tren nos llevó a Kaub para comenzar la ruta. Kaub am Rhein es un pequeño pueblo situado, como no, a la orilla del Rin y rodeado de viñedos. En medio del río se puede ver Burg Pfalzgrafenstein, una fortaleza construida en 1327 por Luis de Baviera como control de aduanas para los barcos y que cumplió con su función hasta el año 1866.
El sendero comienza con un empinado ascenso a través de las viñas. Si se llega con sed arriba los viticultores ofrecen la posibilidad de probar sus vinos con estas pequeñas casetas donde por 2,50€, que se depositan en una hucha, puedes tomar una pequeña botella de vino y brindar. ¡Ésto hace ver el camino de otra manera!
Al ascender las vistas son impresionantes. El sendero cambia bastante, hay alguna subida fuerte y bajadas por barrancos con estrechas corrientes de agua a la vez que se pasa de hayedo a pinar y se atraviesa alguna pradera.
Esta etapa del Rheinsteig pasa por la roca de Loreley. Cuenta la leyenda, aunque hay diferentes versiones, que Loreley era una sirena que fue traicionada por el hombre que amaba. El rencor la llevó a conducir a los marineros de los barcos que navegaban por el Rin a la muerte atrayéndolos con su canto desde lo alto de su roca. En Loreley hay un centro de visitantes donde se puede hacer un descanso y tomar algo. Para llegar a la roca desde allí hay seguir un sendero que desciende hacia el río durante 20 minutos. Nosotras elegimos la opción dos porque ya llevábamos muchos kilómetros y nos montamos en el Rodelbahn para darle un poco de adrenalina al día. El Rodelbahn es un un carril de metal excavado en la ladera de la montaña por el que se desciende a gran velocidad en un cochecito.
St. Goarshausen se encuentra a pocos kilómetros de Loreley. Desde el sendero se ve el castillo de BurgKatz. En la otra orilla está St. Goar con su castillo, Burg Rheinfels. Según nos aproximábamos empezamos a oír tocar a una orquesta. ¡Estaban de fiesta! Y es que se celebraba la semana del vino y esa noche, además, el festival del Rin en llamas, fuegos artificiales lanzados desde el Rin y desde los castillos de las dos orillas al anochecer.
Así que como "Allí donde fueres haz lo que vieres", si merece la pena, buscamos comida y bebida en los puestos de la feria y nos sentamos a la orilla del río a esperar el comienzo del festival. El ambiente, los barcos haciendo trompos en el río (si, si, trompos, si no lo veo no lo creo), el transbordador llevando a la gente y a la orquesta tocando de una orilla a otra, las luces de colores de los barcos y el espectáculo de fuegos hacen que sea un evento que recomiendo a todos los que vayan en septiembre por la zona.
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