Viajar por segunda vez a un sitio permite ver las cosas con mucha más tranquilidad porque ya te has quitado el chip de... ¡¡Tengo pocos días para verlo todo!! Incluso se puede repetir algo. Así que puedo decir que mi segunda vista a Irlanda fue, sobre todo, de relax. Quien me iba a decir a mí que, mientras en España estábamos pelándonos de frío en mayo... ¡yo iba a poder tomar el sol en un jardín irlandés!
Un vuelo Madrid-Dublín me llevó de vuelta a la Isla Esmeralda, como la llaman en ocasiones, 7 años después de mi primera visita. Con la línea 16 de los autobuses urbanos, mucho más baratos que los autobuses preparados para los turistas, llegué en menos de 1 hora al centro de Dublín, O'Connell Street, al lado de su famosa Spire, un larguísimo cono de acero inoxidable de 120 metros de altura situado en el lugar en el que anteriormente se encontraba la Columna de Nelson.
Después de una foto oficial en la webcam del puente para los amigos de España, nos dirigimos al restaurante
Yamamori a comer. Este restaurante ofrece, entre otros muchos platos, las Bento Box. Por 10 euros se puede comer y quedar muy satisfecho con una de esas cajas acompañadas por un cuenco de sopa miso y otro cuenco de arroz (integral o blanco). El agua, no embotellada, no se paga. La imagen habla por sí sola. La ración de salmón, acompañado por una salsa espesa y sabrosa, era bastante grande.
Para ayudar a bajar esta gran comida se puede hacer una
ruta por los acantilados de Bray hacia Greystones. Bray es un pequeño pueblo situado al sur de Dublín, al que se puede llegar en poco tiempo en DART o en autobús, que vivió su mejor momento en el siglo XIX. Para saber más sobre sus 1000 años de historia se puede visitar el centro de interpretación del patrimonio. La ruta es corta y sencilla, muy recomendable. Greystones, situado al final del camino, es un pequeño pueblo dormitorio que tiene su mayor atractivo en su costa.
Como ya era hora y pasada de cenar (para los españoles más bien hora de merendar), nos sentamos en una de las mesas del
Summerville's of Greystones. Como casi era hora de cerrar, cerca de las 8 de la tarde, y la cocina ya estaba limpia y ordenada, pedimos una tabla de quesos (Toma al Tartufo, Formaggio Ubriaco, Capra Stagionata y Bontaleggio D.O.P.) acompañados por pan, miel y uvas y una tabla de pescados (Pate de caballa ahumada, salmón ahumado y camarones marinados en limón, ajo, cilantro y pimentón picante) con pan y encurtidos. Lo regamos todo con una limonada orgánica muy fresquita. Este local también dispone de una carta de vinos.
También es muy buena opción pasar una tarde callejeando por Dublín. Volver a cruzarte con Molly Malone, pasear por el Trinity College, los jardines del castillo, Grafton Street y otras muchas callejuelas para acabar en el césped a la sombra de la catedral de San Patricio o curiosear escaparates y tiendas gourmet, como
Fallon & Byrne, donde compré una tableta de chocolate con limón y pimienta que no duró nada ;-D.
Es muy recomendable darse un paseo por la orilla del río Liffey, ver la Casa de la Aduana y el último puente de Dublín, obra de Calatrava. El camino te lleva a recordar uno de los peores episodios de la historia de Irlanda en el The Famine Memorial.
Después de tanto andar había que reponer fuerzas, así que nos fuimos al
Skinflint a por una pizza. Es un local pequeño y curioso, merece la pena acercarse. Confieso que si no hubiera ido con alguien que lo conocía, lo más probable es que hubiera pasado de largo. En las mesas, que al ser grandes se comparten con otras personas, había, además de sal y pimienta, miel para añadir a las pizzas. Y, aunque me resistí, reconozco que no estaba nada mal el sabor después de probar la mezcla. Para terminar la cena tomamos tarta de manzana, con mucho sabor a canela, y natillas.
¿Y por qué no aprovechar el último y soleado día del viaje con un picnic en Glendalough? El valle de Glendalough se encuentra en el Parque Nacional de las Montañas de Wicklow. Además de la impresionante naturaleza, el valle fue un asentamiento monástico medieval del que todavía se pueden contemplar los restos de la Torre Redonda, el cementerio y la ermita. Se pueden hacer muchas rutas de senderismo en esta zona.
Seguramente los que lean ésto echen de menos algo. ¿Y donde se habla de los pubs? ¿Y de las cervezas irlandesas? Yo le cedo esa parte de Irlanda a otros compañeros de epicúreos que la visitarán próximamente. Igual me tengo que unir... ¡Me queda mucho por ver!