Ya estuvimos el año pasado en las I Jornadas de La Matanza (en el enlace todos los datos del asador) y como nos gustó, decidimos volver a la segunda edición. Esta vez podemos decir que sabíamos a lo que veníamos: una verdadera exaltación del cerdo como materia prima de asados y guisados. Puro sabor para una comida de las que de vez en cuando hay que permitirse disftutar.
El menú es idéntico al de la vez pasada, de nuevo con alguna libertad. En esta ocasión el picadillo de salchichón se convirtió en salchichón a la brasa, sin ninguna explicación. Pero lo malo fue al principio de la comida, cuando la experiencia amenazó con estropearse. En el momento en que dijimos que íbamos a comer el menú empezaron por traernos el vino (que está incluído en el mismo) en la forma de una botella de tinto joven que apareció en nuestra mesa abierta y helada. Helados nos quedamos también nosotros.
El vino, como digo, está incluído en el menú y es el de la bodega aneja (Bodegas Treviño) así que no hay mucha elección, pero al menos el año pasado nos dieron a elegir entre joven y crianza (ambos nos gustaron, por cierto). Por otra parte lo de la botella abierta y fría ya es un error increíble y debería haber hecho que directamente pidiéramos que se la llevaran. Pero por tener la fiesta en paz tratamos de arreglarlo pidiendo (puesto que probablemente íbamos a beber dos) si nos podían sacar otra botella del tiempo y dejar la primera templándose. Fueron a mirar, pero no, no había del tiempo. Otra botella que nos sacaron (cerrada esta vez por lo menos) se quedó encima de la mesa tratando de adecuar su temperatura a lo recomendable. Para más mortificación el agua nos la sacaron del tiempo. Suponemos que en las cámaras no tenían sitio con todo el vino dentro.
Estamos por desgracia bastante acostumbrados al maltrato al vino, pero resulta mucho más llamativo este caso en el que ese maltrato se lo inflijen a su propio vino. Si lo que quieren es que no le apreciemos aromas ni sabor y que sólo sirva para tragar la comida, entonces acertaron. Una lástima.
El segundo error fue con las croquetas de jamón. Pese al buen aspecto que muestran en la foto, nos llevamos la desagradable sorpresa de que eran congeladas, cosa que descubrimos porque aún no habían terminado de descongelarse cuando llegaron a nuestra mesa. Se las llevaron para calentarlas un poco y luego nos las devolvieron en mejor estado.
Por suerte ya el resto de la comida transcurrió sin más sobresaltos. Plato tras plato de ricas especialidades porcinas. Lacón, chorizo asado, salchichón asado (¿picadillo reconstruído? :-), revuelto de morcilla con pimientos (con mucho más sabor a pimientos que a morcilla) y manitas guisadas (muy ricas).
Breve interludio con un sorbete de limón y vuelta a la carga. En ningún momento faltó comida en la mesa.
Seguimos con los platos fuertes. Carrilleras al vino tinto (también muy ricas), secreto y careta.
Y así llegamos a los postres. Morcilla dulce, estupendo colofón para una comida temática como ésta y luego otro postre como concesión a lo acostumbrado. Probamos una tarta de queso prescindible y un hojaldre con chocolate que sí consiguió hacerse por méritos propios un hueco en nuestros estómagos ya colmados.
Terminamos con café y piruleta, satisfechos y bien comidos. Aunque seguimos sin explicarnos por qué nos hurtaron el disfrute adecuado del vino con semejante comida.
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