En esta ocasión, nuestro viaje abarcaba algo más que el Principado, ya que teníamos pensado estar unos días por Ribadeo. Así que, aprovechando el viaje de ida, decidimos conocer un poco más a fondo esta costa asturiana.
Nuestra primera parada se fijó en Cudillero. El día no es que fuera resplandeciente, pero este pintoresco pueblo pesquero estaba lleno de turistas. Lógicamente, su economía se ha visto modificada en las últimas décadas gracias al sector servicios, pudimos comprobarlo con los numerosos restaurantes que hay junto al puerto. No es de extrañar su tirón turístico, la arquitectura es peculiar, llena de vida y color, y las casas hacen quizá forma de anfiteatro cuyo escenario es el mar Cantábrico. Es obligatorio parar aquí, y no sólo para llevarse una bonita fotografía de recuerdo. Nosotras dimos un paseo, entramos a la Iglesia, recorrimos sus calles y, por supuesto, nos comimos unos preñaos que estaban deliciosos a la hora del almuerzo.
Había más sitios que ver, así que continuamos nuestro viaje hasta Tapia de Casariego. Lo primero que hicimos al llegar fue acercarnos al puerto y cruzar la pasarela para subir al faro. El oleaje aquí es impresionante ya que rompen las olas hasta bastante altura, y eso que el mar estaba tranquilo. Desde el faro se puede ver parte de los acantilados de la costa, numerosos barcos pescando, y sobre todo una vista de la localidad.
Elegimos el Bar Nordestada para comer ya que había unas mesas libres en la terraza. Es una establecimiento pequeño pero es muy acogedor y el trato fue excepcional. La carta no era excesivamente larga, pero todo era muy apetecible, con productos frescos y de la zona. Nos decantamos por unos Mejillones en vinagreta, Ensalada de bonito y tomate y Fogaza de jamón, eso sí, esta vez acompañado por unos vinos Ribeiro. Todo para compartir y de sabor increíble, sencillo pero buenísimo. Y de postre, Arroz con leche.
Después de esto, dimos un paseo por el pueblo, la plaza con el ayuntamiento, la Iglesia, etc. Aunque, en realidad, andábamos buscando una pastelería, al parecer, bastante conocida, la Palermo. Aquí pudimos tomar un delicioso café e infusiones acompañados por una esfera negra. Así dicho parece que no es gran cosa, pero se trata de una bola de chocolate rellena de manzana asada y tiene un sabor espectacular.
Otro imprescindible es el Tangarte donde se pueden tomar, dicen, las mejores caipirinhas de la zona, nosotras dimos cuenta de ello.
Otro imprescindible es el Tangarte donde se pueden tomar, dicen, las mejores caipirinhas de la zona, nosotras dimos cuenta de ello.
Castropol es el último pueblo asturiano antes de cruzar la ría del Eo. En el año 1997 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias en la categoría de Pueblo ejemplar. Aquí se pueden ver numerosos edificios religiosos, también algunos parques, grandes casas solariegas y, cómo no, también se puede ir a la playa. Nos pillaba de camino la Playa de Penarronda. Monumento Natural desde hace unos años por su riqueza ecológica, se trata de una playa en forma de concha con una roca en el interior. Es habitual ver algún que otro surfista en la parte derecha de la playa.
Y hasta aquí nuestro recorrido por esta zona de Asturias, sin duda, una costa para visitar y disfrutar tantas veces como se pueda. ¡Hasta la próxima!
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