jueves, 1 de marzo de 2007

Madrid-Nitro

Lo bueno de vivir en provincias es que disfrutas inmensamente de los fines de semana que pasas en la capital sin tener por ello que sufrirla el resto del año. Este fin de semana Madrid nos llamaba con sus cantos de sirena (exposición de Escher, de Tintoretto, el teatro de la compañía Yllana, el fogón de Paco Roncero...). Y, sin escuchar las advertencias de Ulises, allí que nos fuimos.

El día comenzó con la exposición de Escher, tan fascinante como siempre. La muestra recoge toda su trayectoria, desde sus obras de juventud hasta la esplendida madurez de sus obras más conocidas. Algunas de sus litografías absorben completamente al espectador, perdido en sus "arquitecturas imposibles" (título de la exposición). Contemplar "metamorfosis", una de sus obras más conocidas, de forma completa (son varios metros), tras haber visto paso a paso la maduración del artista que lleva hasta esa obra, es una experiencia irrepetible que justifica sobradamente el viaje.
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Tras la exposición, repusimos fuerzas en uno de los FastGood de Ferrán Adriá. Segunda vez que algún miembro de la Logia visita este establecimiento y hay que reconocer que este segundo intento no fue tan positivo como el primero. El servicio lo intentaba, pero no lo conseguía (se olvidaron de tomar nota de algún plato, confundieron otros...). La comida, en general, estaba conseguida, pero todos estuvimos de acuerdo en que el talón de Aquiles del FastGood son sus patatas fritas. Puede que estén fritas en aceite de oliva, pero no se nota. Saben a grasa rancia y están revenidas (...lo que probablemente apunta a su naturaleza congelada). Por el contrario, las hamburguesas sorprenden por su presentación "al punto", jugosas y abundantes, bien
alejadas de las tradicionales y minúsculas suelas de zapato de las cadenas al uso. Lástima que no las acompañen con un pan digno de ese nombre.


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Reposamos la comida viendo la obra "Star Trip" (Yllana), una parodia imaginativa y desternillante del cine de ciencia ficción. No paramos de reír de principio a fin. La mímica de Yllana recrea los escenarios tradicionales de nave espacial, tripulación aburrida, extraterrestres belicosos, terrícolas aún más agresivos, etc. Dos momentos destacan sobre los demás: las "gafas de realidad virtual" que transportan a uno de los "astronautas" a una barra de bar y el final "matrix" de la obra donde la técnica teatral, la imaginación y la habilidad de los actores construyen un espectáculo soberbio.

Todo lo cual nos preparó el ánimo y el estómago para nuestra siguiente y última aventura por ese día: una cena en La Terraza del Casino, donde Paco Roncero ofrece en un menú degustación lo mejor de su repertorio.

Lamentablemente, la citada cena no estuvo a la altura de las expectativas que este restaurador, discípulo aventajado de Ferrán Adriá, nos había despertado. Citando a uno de los miembros de nuestra logia: "Lo deseable sería que la técnica estuviera al servicio de la comida, pero desafortunádamente aquí la comida ha estado al servicio
de la técnica".

Las atenciones y el trato de los camareros, el jefe de cocina y la sumiller merecen un 10 y la carta de vinos es espectacular, pero el menú nos desilusionó por desequilibrado, especialmente los postres, uno de ellos (Bizcocho de cacao con textura de frutos secos) demasiado pesado y empachoso para poder funcionar bien como colofón de un largo menú degustación. Los platos estaban muy bien presentados, pero en general, prometían más visualmente de lo que satisfacían al paladar.

Naturalmente, también había cosas positivas. La merluza estaba simplemente exquisita, perfectamente preparada y la elaboración de limón que acompañaba a los calamares (dos pures, gelatina y polvo) supera cualquier punto de imaginación y técnica.

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Tras el descanso nocturno, nos esperaba una soleada (aunque fria) mañana de domingo al día siguiente. Puesto que lo teníamos al lado del hotel, desayunamos en el literario Café Gijón.

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Y todavía quedaba día... para ir al Paseo del Prado y comprar unos libros en la trasladada Cuesta de Moyano, para comer en MacDonalds (lleno hasta la bandera...), cafetear en el StarBucks y pasear tranquilamente de vuelta al coche antes de iniciar viaje de vuelta a nuestro pequeño y entrañable hogar.

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