Parafraseando a Carlos Herrera podría decir que cuando estoy cansado de experimentos nitrogenados voy al Echaurren y les pido que me den de comer. Eso es lo que hicimos el pasado día tres. Con la excusa de ver desde Ezcaray el eclipse de Luna reservamos mesa para cenar en el Echaurren, comedor tradicional. Y menuda cena disfrutamos. Como entrantes pedimos el paté crujiente y templado de caza con salsa agridulce y helado de cebolla y la terrina de queso de cabra con aceite de miel y costra de sésamo.
Coincidimos en el segundo plato con el sabroso corderito en salsa. Y volvimos a coincidir en el postre (no podía ser de otra manera) con la exquisita tosta templada con queso de Cameros, manzana reineta y helado de miel.
Acompañamos la comida con un burdeos, Chateau Le Gorre, que nos sorprendió porque no nos sorprendió. Nos supo más similar de lo que esparábamos a nuestros más conocidos riojas. La parca etiqueta no daba muchos detalles, salvo su procedencia de agricultura biológica. Pero su delicado toque de madera delataba su crianza en barrica. Acompañó perfectamente a todos los alimentos.Y volviendo al inicio de este comentario voy a entretenerme un poco más en describir el paté de caza. No perdamos de vista que estamos hablando de un restaurante de cocina tradicional. En el mismo edificio, Francis Paniego tiene otro comedor donde se pueden degustar sus experimentos en cocina moderna. Pero lo cierto es que en el paté se podían apreciar gran número de detalles de alta cocina. Los distintos acompañamientos de ensalada, salsa agridulce, helado de cebolla y cebolla caramelizada con pasas suponen una excelente variedad de texturas, sabores y temperaturas. Y el hojaldre en forma de prisma es un discreto alarde de técnica. Pero todo se encontraba al servicio de una carne excelente: de sabor intenso y textura delicada, estaba realmente en su punto. Degustar con calma este plato es todo un placer para los sentidos.
Del resto de platos que probamos también se podría decir mucho más, pero la esencia es la misma: la técnica está aquí completamente al servicio de la buena comida, a la que realza con discreción.
Por cierto, que cuando salimos absolutamente satisfechos, el eclipse acababa de empezar. Fue todo un espectáculo que tuvimos la fortuna de contemplar y fotografiar. También conseguimos alguna buena imagen de Saturno. Una perfecta noche g-astronómica.
sábado, 24 de marzo de 2007
martes, 13 de marzo de 2007
Estrellas colacao
Este domingo Guille y Javi nos llevaron a ver el cielo. Es increíble la cantidad de cosas que hay allí arriba y que si no fuera por estos chicos nunca habría llegado a ver: nebulosas, estrellas dobles (y triples!!!!), estrellas rojas, los aros de Saturno, el brillo de Venus a 180 aumentos y con Barlow (se escribe así???)... Es curioso también lo buenas que saben las cosas más sencillas cuando se toman en los momentos apropiados....porque ese colacao calentito que nos bebimos después del frío que habíamos chupado durante la observación astronómica...es de esas pequeñas cosas difíciles de superar...
jueves, 1 de marzo de 2007
Madrid-Nitro
Lo bueno de vivir en provincias es que disfrutas inmensamente de los fines de semana que pasas en la capital sin tener por ello que sufrirla el resto del año. Este fin de semana Madrid nos llamaba con sus cantos de sirena (exposición de Escher, de Tintoretto, el teatro de la compañía Yllana, el fogón de Paco Roncero...). Y, sin escuchar las advertencias de Ulises, allí que nos fuimos.
El día comenzó con la exposición de Escher, tan fascinante como siempre. La muestra recoge toda su trayectoria, desde sus obras de juventud hasta la esplendida madurez de sus obras más conocidas. Algunas de sus litografías absorben completamente al espectador, perdido en sus "arquitecturas imposibles" (título de la exposición). Contemplar "metamorfosis", una de sus obras más conocidas, de forma completa (son varios metros), tras haber visto paso a paso la maduración del artista que lleva hasta esa obra, es una experiencia irrepetible que justifica sobradamente el viaje.
Tras la exposición, repusimos fuerzas en uno de los FastGood de Ferrán Adriá. Segunda vez que algún miembro de la Logia visita este establecimiento y hay que reconocer que este segundo intento no fue tan positivo como el primero. El servicio lo intentaba, pero no lo conseguía (se olvidaron de tomar nota de algún plato, confundieron otros...). La comida, en general, estaba conseguida, pero todos estuvimos de acuerdo en que el talón de Aquiles del FastGood son sus patatas fritas. Puede que estén fritas en aceite de oliva, pero no se nota. Saben a grasa rancia y están revenidas (...lo que probablemente apunta a su naturaleza congelada). Por el contrario, las hamburguesas sorprenden por su presentación "al punto", jugosas y abundantes, bien
alejadas de las tradicionales y minúsculas suelas de zapato de las cadenas al uso. Lástima que no las acompañen con un pan digno de ese nombre.
El día comenzó con la exposición de Escher, tan fascinante como siempre. La muestra recoge toda su trayectoria, desde sus obras de juventud hasta la esplendida madurez de sus obras más conocidas. Algunas de sus litografías absorben completamente al espectador, perdido en sus "arquitecturas imposibles" (título de la exposición). Contemplar "metamorfosis", una de sus obras más conocidas, de forma completa (son varios metros), tras haber visto paso a paso la maduración del artista que lleva hasta esa obra, es una experiencia irrepetible que justifica sobradamente el viaje.
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Tras la exposición, repusimos fuerzas en uno de los FastGood de Ferrán Adriá. Segunda vez que algún miembro de la Logia visita este establecimiento y hay que reconocer que este segundo intento no fue tan positivo como el primero. El servicio lo intentaba, pero no lo conseguía (se olvidaron de tomar nota de algún plato, confundieron otros...). La comida, en general, estaba conseguida, pero todos estuvimos de acuerdo en que el talón de Aquiles del FastGood son sus patatas fritas. Puede que estén fritas en aceite de oliva, pero no se nota. Saben a grasa rancia y están revenidas (...lo que probablemente apunta a su naturaleza congelada). Por el contrario, las hamburguesas sorprenden por su presentación "al punto", jugosas y abundantes, bien
alejadas de las tradicionales y minúsculas suelas de zapato de las cadenas al uso. Lástima que no las acompañen con un pan digno de ese nombre.
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Reposamos la comida viendo la obra "Star Trip" (Yllana), una parodia imaginativa y desternillante del cine de ciencia ficción. No paramos de reír de principio a fin. La mímica de Yllana recrea los escenarios tradicionales de nave espacial, tripulación aburrida, extraterrestres belicosos, terrícolas aún más agresivos, etc. Dos momentos destacan sobre los demás: las "gafas de realidad virtual" que transportan a uno de los "astronautas" a una barra de bar y el final "matrix" de la obra donde la técnica teatral, la imaginación y la habilidad de los actores construyen un espectáculo soberbio.
Todo lo cual nos preparó el ánimo y el estómago para nuestra siguiente y última aventura por ese día: una cena en La Terraza del Casino, donde Paco Roncero ofrece en un menú degustación lo mejor de su repertorio.
Lamentablemente, la citada cena no estuvo a la altura de las expectativas que este restaurador, discípulo aventajado de Ferrán Adriá, nos había despertado. Citando a uno de los miembros de nuestra logia: "Lo deseable sería que la técnica estuviera al servicio de la comida, pero desafortunádamente aquí la comida ha estado al servicio
de la técnica".
Las atenciones y el trato de los camareros, el jefe de cocina y la sumiller merecen un 10 y la carta de vinos es espectacular, pero el menú nos desilusionó por desequilibrado, especialmente los postres, uno de ellos (Bizcocho de cacao con textura de frutos secos) demasiado pesado y empachoso para poder funcionar bien como colofón de un largo menú degustación. Los platos estaban muy bien presentados, pero en general, prometían más visualmente de lo que satisfacían al paladar.
Naturalmente, también había cosas positivas. La merluza estaba simplemente exquisita, perfectamente preparada y la elaboración de limón que acompañaba a los calamares (dos pures, gelatina y polvo) supera cualquier punto de imaginación y técnica.
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Tras el descanso nocturno, nos esperaba una soleada (aunque fria) mañana de domingo al día siguiente. Puesto que lo teníamos al lado del hotel, desayunamos en el literario Café Gijón.
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Y todavía quedaba día... para ir al Paseo del Prado y comprar unos libros en la trasladada Cuesta de Moyano, para comer en MacDonalds (lleno hasta la bandera...), cafetear en el StarBucks y pasear tranquilamente de vuelta al coche antes de iniciar viaje de vuelta a nuestro pequeño y entrañable hogar.
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