El final de nuestro periplo por Italia se acercaba a su fin mientras atravesábamos Francia. Y para culminar unos días de tanta y tan buena comida nos pareció que lo mejor era obsequiarnos con una cena especial. Nuestro reto era encontrar un restaurante de calidad y en el que además sirvieran foie, capricho al que no pensábamos renunciar. Y eso sin conocer la región.
La estrategia que seguimos consistió en abandonar la autopista en las cercanías de Saint Gaudens para tomar la carretera que va paralela en dirección Tarbes atravesando todas las poblaciones ojo avizor. Nuestro primer candidato fue en el mismo Saint Gaudens. Un lugar de aspecto acogedor. Lamentablemente no servían foie y un capricho es un capricho. Así que seguimos camino, qué se le va a hacer.
Poco después la carretera pasa cerca de Villeneuve de Rivière, un pequeño núcleo de población perteneciente al mismo ayuntamiento. Destacaba la llamativa iluminación de su iglesia que nos hizo pensar que de haber un restaurante tendría que estar cerca. Y hacia allí nos dirigimos para encontrar tan sólo un viejo caserón. Casi nos íbamos cuando decidimos acercarnos un poco más
para descubrir que en realidad se trataba de un hotel con un atractivo restaurante. Su carta prometía grandes placeres. Y foie. No miramos más. La suerte seguía con nosotros, y entramos sonriendo de placer anticipado.
El lugar era grande y estaba decorado con sencillez. La noche era muy fría y lamentablemente una única chimenea no lograba calentarlo lo suficiente. Es lo único malo que se puede decir del sitio.
El trato fue amable y paciente con dos españoles que dijimos no conocer el francés, o casi, y que además pedimos que nos cambiaran de mesa para alejarnos de la ventana. Hicieron el esfuerzo de atendernos con el poco español que sabían, y finalmente pudimos entendernos.
EL VINO
Desconociendo los vinos que podríamos encontrar, habíamos pedido previamente consejo a un experto. Gracias a la tecnología SMS nuestro amigo Alberto "Viníssimo" amablemente nos aconsejó que probásemos los tintos de la zona de Cahors. Prueba que deberá esperar, pues la carta de vinos no incluía ninguno.
De nuevo pedimos consejo, en esta ocasión a la camarera, quien nos recomendó un tinto del lugar, que resultó correcto y adecuado para nuestra comida.
LOS PRIMEROS
Para empezar pedimos una interesante crema de verduras, muy nutritiva gracias a la carne de pato que incluía. Pronto nos dimos cuenta de que los platos en Los Cedros son originales, sabrosos y contundentes.
Y por supuesto el foie. Qué decir: bien presentado y acompañado, con esos bonitos detalles de los trozos de manzana seca, verduras y hierbas aromáticas. Pero sigue siendo sobre todo foie. Una delicia. El placer que soñábamos se hizo realidad.
LOS SEGUNDOS
Impresionantes. Un gran trozo de carne asada, acompañada de unos rollitos de espinacas rellenos sobre una salsa de naranja. Y por otra parte un cuenco de barro que contenía un equivalente a nuestras pochas, pero con más estilo de segundo plato: estaba lleno de trozos de carne y de embutidos variados, con alubias colocadas para rellenar los huecos. Todo el conjunto también había sido horneado.
Platos con una mezcla de tradición e innovación que nos encantaron y nos llenaron casi por completo.
Llegados a este punto entendimos por qué al resto de los comensales no parecía importarles el frío.
LOS POSTRES
Y sin embargo hubo que hacer un agradable esfuerzo cuando vimos lo que nos esperaba para postre. Piña asada acompañada de helado de melocotón y decorada con chocolate y salsa de frambuesa. O bien el soufflé de chocolate también con helado de melocotón y un detalle de kiwi, acompañado de una especie de sorbete de frutas del bosque. Exquisitos.
Obsérvese el detalle decorativo de la silueta de cuchara y tenedor realizado con el chocolate espolvoreado.
No hubieramos querido que tal viaje terminase, pero hay que reconocer que al menos así se nos hizo más llevadero. Y pudimos dar por cumplido nuestro reto. Poco después retornamos a la autopista y unas horas más tarde estábamos en Logroño.
Preparando las secuelas.