Dirección: Rúa do Mar, 6 - Combarro (Pontevedra)
Teléfono: 986 77 23 76
Email: opeiraocombarro@gmail.com
En este tiempo otoñal se agradece recordar los buenos momentos vividos a lo largo de las vacaciones veraniegas. Por eso quiero comentar la experiencia en la turística localidad de Combarro.
Conocida por sus famosos hórreos, datados del s. XVIII y que están declarados Bien de Interés Cultural (BIC) dentro del Conjunto Histórico-Artístico junto a Cruceiros y Palleiras, esta localidad pontevedresa ha vivido originalmente del mar. El pueblo está prácticamente en su totalidad sobre roca de granito, incluso se han dado forma a escalones en las propias calles. El granito es el material estrella con el que se han construido tanto las viviendas como los demás elementos arquitectónicos y, la verdad, resulta curioso y totalmente agradable pasear entre sus estrechas calles, recorriendo cada lugar del núcleo originario.
Como es bien sabido, los hórreos surgieron de la necesidad de almacenar el grano y demás alimentos en un lugar seco, alejado de la continua humedad local y de pequeños animales. Actualmente, éstos forman un reconocible horizonte desde el que se puede tener una gran imagen panorámica de toda la Ría de Pontevedra.
Pues bien, junto a estos insignes hórreos tuvimos la suerte de cenar. Y digo suerte porque en pleno agosto en Rías Baixas era realmente una aventura encontrar un sitio libre. Tras la espera, pudimos disfrutar de una mesa en O Peirao junto a unos de ellos. Entre hórreos y con vistas al mar, qué mejor manera de disfrutar de un fresco vino y un poco de marisco tras el largo día.
Comenzamos con unos grandes Mejillones al vapor. Además, desde nuestro sitio y en el paseo en barco, pudimos ver la cantidad de bateas que hay en la ría y de la que salen miles de kilos cada año. La verdad es que aquí tienen otro sabor y no es de extrañar, pues es uno de los productos gallegos abanderados debido a su calidad, así tienen D.O.P. desde 1994. Y con la misma receta, llegó la ración de Berberechos, con limón al gusto. Lo cierto es que los comimos como si fuesen pipas, estaban riquísimos.