jueves, 17 de junio de 2021

Visita a Bodegas Ontañón

El pasado sábado visitamos Bodegas Ontañón, situadas en el logroñés barrio de Varea. Ya habíamos estado anteriormente, en concreto en mayo de 2008, y lo que comentamos entonces sigue siendo válido. Sin embargo algunas cosas han cambiado y diría que la experiencia ha mejorado. También ha mejorado mi teléfono, que ahora hace fotos decentes, lo que me va a permitir ilustrar mejor esta crónica.

La visita comienza en un edificio nuevo donde se encuentra el Wine Bar "La Sacristía". Aquí nos hablan de la familia Pérez Cuevas, propietaria de las bodegas y de sus inicios en Quel, donde elaboran sus vinos de Rioja a partir de cepas cultivadas en las laderas del monte Yerga. En la bodega que visitamos se realiza la crianza de esos vinos tanto en barrica como en botella.

Tras la presentación se nos invita a participar en un entretenido juego de preguntas sobre el vino y de identificación de aromas, que además sirve como introducción a la cata. El vino que probamos es el Ontañón Tempranillo Blanco 2020 edición limitada. Con aromas a piña y fresco en boca, muestra una gran expresión de esta variedad.

La visita a la bodega se realiza en grupos reducidos por separado. Para las explicaciones se utilizan breves vídeos a los que podemos acceder con nuestros móviles mediante códigos QR. Como ya he comentado, es una bodega sin elaboración, sólo de crianza, por lo que vamos a ver las salas donde se encuentran los depósitos, las barricas y las botellas. Más interesante aún es la faceta que tiene como museo en el que se muestra la obra de Miguel Ángel Sáinz, artista originario de Aldeanueva de Ebro, y que está relacionada con el vino y la mitología griega.

Comenzamos en la sala donde se encuentran los depósitos. La iluminación es muy reducida y proviene de dos vidrieras, situadas una en cada extremo, que representan un comportón cargado de uva. Por sus dimensiones, manteniendo el símil con la arquitectura religiosa, diríamos que es La Catedral.


De la sala de barricas que vimos a continuación podría poner una foto con muchas de ellas, pero eso no sería distinto de lo que podemos ver en la mayoría de bodegas. En cambio tengo que mostrar la foto de la impresionante escultura del centauro, símbolo de Ontañón, que se encuentra en este lugar.

Otro gran momento es cuando recorremos el botellero en forma de laberinto. En su centro encontramos a Perséfone y, a su alrededor, las láminas de mármol que la reflejan con distinta iluminación, creando una maravillosa alegoría de las estaciones.

Tras pasar por La Capilla, subimos a visitar El Altar, sala de exposición de las obras de Miguel Ángel Sáinz, donde encontramos pinturas, esculturas y vidrieras siempre relacionadas con el vino y la mitología. Por su distribución, domina la sala la escultura de Dionisos y Ariadna, pero todas las obras presentes merecen ser contempladas con detenimiento.

La visita finaliza de nuevo en La Sacristía, donde catamos ahora el Ontañón Reserva 2010, tinto de Tempranillo con Graciano. Un excelente vino en el que apreciamos el equilibrio de fruta (cerezas) y madera. Acompañan al vino unas tapas de queso y pimientos, junto con pan untado en aceite de oliva, elaborado de sus olivos. También nos dan a probar el Marco Fabio, Moscatel de vendimia tardía, un riquísimo vino blanco dulce.

Tras cerca de dos horas concluye así una interesantísima visita en la que el arte y los vinos combinan a la perfección. Absolutamente recomendable.

domingo, 13 de junio de 2021

Juan Carlos Ferrando Restaurante

Dirección: Mª Teresa Gil de Gárate, 7 - Logroño

Teléfono: 941 214 795

Web: www.juancarlosferrando.com

Email: reservas@juancarlosferrando.com

Precio Menú desgustación:  65 €

 

Hacía tiempo que teníamos una entrada pendiente de redacción, así que, gracias a una nueva visita al restaurante, abriremos apetito gracias al menú desgustación que tuvimos ocasión de probar el pasado día de San Bernabé, festivo en Logroño.

De origen argentino, Juan Carlos Ferrando lleva años entre País Vasco y La Rioja desarrollando su trayectoria culinaria caracterizada por un trato exquisito del producto local. Además podemos verle en plena acción ya que se puede ver la cocina a través del cristal desde la zona de mesas.

Aunque había opción de comer en la terraza, preferimos entrar al frescor del interior del local. Actualmente se mantienen las distancias oportunas y se puede disfrutar igualmente del menú con absoluta calma. Tras la bienvenida por parte del personal, nos acercaron las "cartas de menús y vinos" a modo de código QR con los que se accede directamente a las opciones elegidas. Nosotros optamos, tras larga deliberación, por probar el menú degustación. Como acompañamiento, nos sugirieron un vino blanco, así que nos decantamos por el Reserva 2007 de Viña Tondonia de Bodegas R. López de Heredia.


Mientras llegaba el ansiado menú, observamos con atención el local y su curiosa decoración: azulejos de cerámica de colores y elementos de escayola mezclados con objetos metálicos con formas animales que parecen pasear por las paredes. Una iluminación precisa y un mobiliario más que suficiente para ofrecer los servicios. Miramos igualmente la gran cava que hay a la entrada en la que pudimos ver las numerosas botellas de vino que figuran en la carta: Rioja primordialmente, aunque también hay de otras tantas Denominaciones de Origen. Nuestra mesa, amplia y con unas comodísimas butacas. Mencionar que la entrada al local pasa casi inadvertida, pues una pared de ladrillos y un pequeño cartel dan la bienvenida al comensal.

Enseguida llegó el vino elegido. Abrieron la botella cuidadosamente para no romper el corcho y envinaron las copas, acción que no siempre se realiza pero que es de agradecer para evitar olores previos. Tras una ligera cata para comprobar que todo estaba correcto, brindamos por los reencuentros y la festividad local.

El menú empezó con unos pequeños snacks: Empanadilla de buey al estilo argentino, Sandwich de foie y orejones y Tartaleta cremoso de pollo y anchoas viejas en salazón. Además de mantequilla artesana francesa con sal maldon servida en una curiosa piedra para untar en el pan que, todo hay que decirlo, estaba muy bueno. Personalmente las empanadillas fue lo que más me gustó, pero las tres tuvieron una gran nota por nuestra parte.

El primer plato del menú fue Pez limón (hamachi), jugo de manzana y chiles ahumados. El pescado llevaba una maceración de 14 días y es cierto que la acidez de la manzana al fondo del plato destaca mucho. Y ante la incertidumbre de los chiles, lo cierto que es no había nada de picante en el plato. El siguiente fue Ostra Guillardeau, creme fraîche y huevas de trucha. Tengo que confesar que fue mi primera ostra, no sabía exactamente qué sensación esperar pero la combinación con la crema era perfecta. Además, el cambio de textura de las huevas era curioso.

A continuación sirvieron Espárrago blanco de Mendavia, foie, sardina ahumada y avellanas. El espárrago estaba al punto, caliente y pasado por la plancha y la crema de foie destacaba su sabor con unos pequeños granos de curry y mezclum. Los Perrechicos salteados y espárragos verdes silvestres también estaban deliciosos, y aunque en vez de espárragos se trataba de ajetes, el plato tenía una combinación muy buena, también había perrechicos laminados en crudo. Quizá le faltó una pizca más de sal.

Seguimos con Cebolleta confitada, cremoso de patata y yema de huevo como salsa. Sencillamente sabrosa, en su punto con una crema muy delicada, unos dados de anguila ahumada y con una yema con AOVE servida al instante por el personal. También los Hongos de pino asados (boletus pinícola) y caldo ahumado estaban muy buenos. A mí que me encantan los hongos, estaba especialmente contenta de que dos de los platos tuvieran estos ingredientes.

El último plato antes de pasar a los postres fue un rape. Llevaba una crema de coliflor y unos dados de tomate confitado con cebollino. Lo más importante es que el pescado estaba en su punto perfecto de cocción. En esta ocasión, este menú no lleva carne pero no se hace imprescindible ya que todos los platos tienen un tamaño adecuado y no se hace nada pesado ni escaso.


Y por último los postres, que fueron dos: Crema helada de vainilla, cítricos y AOVE y Chocolate cuajado al 70%, toffe de plátano al ron y AOVE. El helado muy meloso y cremoso y ligeramente se distingue el aceite de oliva. Al igual que en el chocolate que es muy similar a una mousse y que el aceite le deja un toque muy distintivo. Llevaba como topping pequeños trozos de chocolate y sal maldon para realzar el sabor.

Y tras dos horas de degustación dimos por finalizada la fantástica comida. Antes de salir, Juan Carlos Ferrando salió de su cocina y se acercó hasta nosotros para saludarnos y preguntarnos por nuestra sensación. No pudimos mentir, estaba todo exquisito. La verdad es que todo estuvo fantástico, desde el servicio del personal hasta cada uno de los ingredientes y la comodidad del local.

Esperemos poder volver en otra ocasión así que estaremos pendientes de sus cambios de carta y menús para seguir disfrutando de una cocina muy especial recomendada por Guía Michelín y por tantos clientes como nosotros. Igualmente, este mismo año ha sido reconocido con un Sol Repsol.