Este año, aprovechando las fiestas de San Mateo, planificamos un viaje a Alemania para visitar a una amiga que acababa de trasladarse a vivir a la ciudad de Mainz.
Mainz es la capital del estado alemán de Renania-Palatinado. Se encuentra a orillas del río Rin, en la desembocadura del río Meno. Aquí inventó la imprenta Johannes Gutenberg. Aunque fue gravemente destruida durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad conserva una parte importante de su casco antiguo, en el que destacan las construcciones realizadas en piedra de color rojo. En esta ciudad se celebran fiestas populares durante todo el año, como el Carnaval, la Noche de San Juan, declarada oficialmente de interés turístico internacional, el mercado del vino y por supuesto la Oktoberfest.
Llegamos a Mainz un sábado por la noche, el trayecto en tren regional desde el Aeropuerto Internacional de Frankfurt duró una media hora. Que mejor modo de celebrar nuestra llegada al país que con unas cervezas y unas salchichas currywurst, para nuestra sorpresa, ocultas bajo una montaña de ketchup.
Después de una merecida noche de descanso, el domingo por la mañana salimos a pasar el día en la ciudad. Sus plazas, calles y monumentos hacen de Mainz una ciudad agradable para el viajero. Visitamos también el museo Guttenberg, pudiendo contemplar diferentes tipos imprentas, curiosos libros y la primera Biblia que se imprimió en esta ciudad. Hay que decir que casi todos los textos informativos del museo estaban en alemán, apenas unos pocos se encontraban en inglés, pero, aun así, mereció la pena la visita.
Ese mismo día terminaba la semana intercultural de Mainz. En la plaza encontramos numerosos puestos de comida en los que hicimos un menú internacional: comida etíope, china, japonesa, rumana y tarta alemana. Grupos de música y danza de distintos países amenizaron la comida. También tuvimos la oportunidad de probar el Federweißer, un vino hecho a base de uva blanca, con una graduación alcohólica de alrededor del 4%. En realidad, es un mosto que apenas acaba de empezar a fermentar.
Después de un largo día de caminata fuimos a cenar al restaurante
Heiliggeist, recomendado por nuestra amiga y guía Naiara. En su web cuentan la historia del local. El edificio en el que se encuentra fue construido en 1236 como una hospital religioso y a los largo de los siglos fue cambiando de ocupantes. Pasó de casa de curación para gente adinerada a correccional para chicas e incluso fue ocupado por las tropas americanas durante la Segunda Guerra Mundial. En septiembre de 1999 se abrió al público como nosotras lo vimos.
El restaurante consta de varios comedores muy amplios en los que han creado una atmósfera íntima. La carta estaba en alemán pero nos la cambiaron por una carta en inglés. Nos decantamos por los Hongos con crema de hierbas y pan, Strudel relleno de lentejas, calabacín, aceitunas y berenjena con salsa de queso de cabra y Vieiras a la plancha acompañadas por espárragos marinados en vinagreta de limón con piñones. Todo ello acompañado por cerveza (Hefeweizen Dunkel) y agua. Las raciones eran bastante grandes y no quedó sitio para el postre.
El precio era similar a lo que puede costar cenar de carta en un restaurante español. El servicio fue muy amable y correcto. Sólo nos queda recomendar para todos aquellos viajeros que se acerquen a la zona que no dejen pasar la oportunidad de comer o cenar aquí.