Vivimos en una ciudad de provincias en expansión. En los últimos cinco o seis años, hemos visto surgir barrios periféricos de los que a menudo no conocemos ni sus nombres, centros comerciales que nos han hecho un poco más esclavos de los coches, palacios de deportes, de convenciones, de congresos... La pequeña ciudad está creciendo a un ritmo que a veces produce cierto vértigo. En medio de esta vorágine es bueno tener un punto de referencia, algo sólido que permenezca invariable e inmóvil, que nos recuerde quiénes somos y qué es lo que nos hace felices: una seña de identidad (sin deseos ni aspiraciones nacionalistas, of course ;-))
El bar "El Soldado de Tudelilla", uno de los más tradicionales y queridos de la Calle Laurel de Logroño (aunque realmente se encuentra en la adyacente calle de San Agustin), es un buen rincón en el que mantener esa memoria propia. Cuenta con un pequeño comedor en su interior, al que, imperdonablemente, nunca he llegado a entrar. En su barra solemos encontrar todo lo que queremos, no nos hace falta más. El Soldado tiene mucho dónde elegir. Sus ensaladas de tomate son increíblemente adictivas a pesar de lo sencillo de su elaboración. Su secreto a voces está en utilizar tomate local de temporada, madurado al sol y tan rico en sabor que no necesita más acompañamiento que un poco de cebolla, aceite de oliva, sal y vinagre de vino. Es terrible engancharse a ellas, pues cuando se acaban los tomates de temporada, se dejan de servir las ensaladas y el síndrome de abstinencia puede ser serio. También se puede optar por pequeñas tapas de queso manchego o embutidos o, si se quiere algo más contundente, huevos con chorizo o jamón, perdiz escabechada, etc. Pero nuestras tapas preferidas, aquellas que nos hacen volver a nuestra cita ineludible de los viernes son dos: los bocatitas de sardinillas con guindilla picante (y su variante con anchoas en salazón), por una parte, y las aceitunas de aliño casero con anchoas, por otra.
El Soldado es además el sitio perfecto para pedir viño del año sin temor a equivocarse. Este verano han estado sirviendo un Medrano Irazu del Villar de Álava, afrutado y fresco, que combina a la perfección con los bocatitas y las aceitunas.
Creo que hay cierta historia sobre el origen del local y sus dueños que yo no recuerdo. Espero que alguno de mis compañeros del B-logia nos lo cuenten.
El bar "El Soldado de Tudelilla", uno de los más tradicionales y queridos de la Calle Laurel de Logroño (aunque realmente se encuentra en la adyacente calle de San Agustin), es un buen rincón en el que mantener esa memoria propia. Cuenta con un pequeño comedor en su interior, al que, imperdonablemente, nunca he llegado a entrar. En su barra solemos encontrar todo lo que queremos, no nos hace falta más. El Soldado tiene mucho dónde elegir. Sus ensaladas de tomate son increíblemente adictivas a pesar de lo sencillo de su elaboración. Su secreto a voces está en utilizar tomate local de temporada, madurado al sol y tan rico en sabor que no necesita más acompañamiento que un poco de cebolla, aceite de oliva, sal y vinagre de vino. Es terrible engancharse a ellas, pues cuando se acaban los tomates de temporada, se dejan de servir las ensaladas y el síndrome de abstinencia puede ser serio. También se puede optar por pequeñas tapas de queso manchego o embutidos o, si se quiere algo más contundente, huevos con chorizo o jamón, perdiz escabechada, etc. Pero nuestras tapas preferidas, aquellas que nos hacen volver a nuestra cita ineludible de los viernes son dos: los bocatitas de sardinillas con guindilla picante (y su variante con anchoas en salazón), por una parte, y las aceitunas de aliño casero con anchoas, por otra.
El Soldado es además el sitio perfecto para pedir viño del año sin temor a equivocarse. Este verano han estado sirviendo un Medrano Irazu del Villar de Álava, afrutado y fresco, que combina a la perfección con los bocatitas y las aceitunas.
Creo que hay cierta historia sobre el origen del local y sus dueños que yo no recuerdo. Espero que alguno de mis compañeros del B-logia nos lo cuenten.